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Historiador

Algunas notas sobre los Huevos Pintos de la Pola

La historia de una de las citas lúdicas más populares de Asturias

El Carmín y los Huevos Pintos han constituido desde siempre unas de las citas lúdicas más populares de Asturias y de las que acaparan un mayor número de romeros. Son variados y frecuentes los testimonios que ponen de manifiesto también la hospitalidad local, que propiciaría el que se llegase a sostener en el estudio médico topográfico del concejo que nadie en Siero se "sintiera forastero", lo que a la postre se acabaría por configurar como uno de los rasgos pedáneos más reconocidos.

El martes siguiente al domingo de Pascua de Resurrección se celebra la fiesta de los Huevos Pintos (también conocida como El Martes de la Pola), que ya en 1968 fue declarada de Interés Turístico Nacional. Constituía esta una ocasión a la que desde antiguo acudían vecinos de los concejos limítrofes, llegando a cerrar los comercios locales por la tarde para que sus responsables pudiesen disfrutar del festejo, tal y como destacaban algunos testimonios del periodo contemporáneo. Y es que el desfile supone un reclamo de exaltación de la asturianía y una ocasión lúdica a la que resulta difícil sustraerse. En el desfile participan habitualmente grupos de baile, gaiteros, ramos de las parroquias del concejo, a finales de la década de los setenta fueron muy populares unos huevos gigantes de escayola que portaban niños desde dentro que representaban a una popular vendedora de periódicos de la villa y a Pinín, el popular personaje de Alfonso Iglesias; representado el resto paisajes. Sea como fuere, el aspecto central de la celebración consiste en la exposición, venta y obsequio de huevos cocidos decorados, que para la ocasión se acompaña de una buena muestra del folklore regional y culminando en una popular verbena.

En cuanto a su origen existen diversas opiniones que van desde una proveniencia oriental hasta un sentido religioso por la alegría de la resurrección y, ciertamente, parece ser que ya en la Edad Media se bendecían huevos para su posterior obsequio. Decorar huevos, en cualquier caso, supone una tradición bien asentada en varios países. El reconocido erudito local Fausto Vigil, quien también recopiló diversas teorías y leyendas relacionadas con la tradición pascual, sostenía que se trataba de una costumbre religiosa derivada de la prohibición eclesiástica de degustar este condumio a lo largo de la Cuaresma. Llegada la Pascua se levantaba el veto oval y se utilizaba el producto como obsequio. La práctica medieval consistente en que los fieles llevasen al templo los denominados "huevos pascuales" que, bendecidos por el párroco, se usaban como obsequio ente los vecinos, vendría a confirmar esta teoría. Algunos autores señalan que los orígenes de la celebración provienen de la costumbre existente entre padrinos y ahijados de pila de intercambiar obsequios, uno de los cuales consistía en huevos cocidos al fuego de madera de roble, con lo que la cáscara adquiría un color oscuro si se añadía aquel hollín denominado sarrio (que también podía conseguirse con hollín y agua de castañas), por lo que se denominaban "huevos prietos". También existe la tradición religiosa de bendecir los alimentos que se iban a consumir el día de Pascua, y en ese contexto la concesión de tal gracia al huevo, que simbolizaba el retorno a la vida y cuya eclosión se equipararía a la resurrección, parece haberse implantado desde Roma en el siglo XI e irse extendiendo por el occidente cristiano. A Asturias parece haber llegado tal práctica en el siglo XVIII. En el concejo, era costumbre acompañar el decorado don con castañas y unos pasteles caseros elaborados a base de harina, claras y azúcar, cuya pasta era secada al sol en un cañizo de mimbre; si a los dulces se les daba forma rectangular se les denominaba turriones o turrueznos, si se hacían esféricos y del tamaño de nueces grandes se les llamaba piñas.

En épocas posteriores se comenzaron a colorear con anilinas, utilizándose palillos humedecidos en ácido nítrico para escribir en las cáscaras dedicatorias, versos, etc.; e ilustraciones dibujísticas que es lo que realmente hace que se denominen huevos pintos. Todo ello permite acometer unos grandes festejos alrededor de un extraordinario mercado de huevos decorados en los que la sociabilidad sidrera, como no podía ser de otro modo, hace destacado acto de presencia; soliendo acompañarse de tortilla de sardinas salonas cuya degustación parece hallarse muy vinculada a esta celebración.

Ya en el siglo XIX se constataba la asistencia de miles de personas al evento, poniendo las compañías trenes extraordinarios que acudían al festejo atestados de gente, así como la afluencia de un sinfín de carruajes. Se llegaba a afirmar que, en esa fecha, Oviedo se despoblaba, no pudiendo darse un paso por la Calle Cerelluelo de la Pola. Se vendían entonces miles de docenas de huevos, teñidos ya con anilina la mayor parte de ellos, pintados otros por inexpertas manos y unos pocos por artistas aficionados que manejaban la purpurina y se atrevían a presentar escudos, flores, alegorías, corazones traspasados, etc.

A finales de los años veinte del siglo pasado, se reseñaba que en torno al ferial se contaban más de dos mil automóviles, los trenes llegaban abarrotados y las carreteras se plagaban de todo tipo de vehículos que afluían al entretenimiento, siendo el gentío enorme, como cabía esperar. Como se recordaba en la prensa nacional, traspasado el ecuador del siglo pasado, se trataba de una de las fiestas más simpáticas de cuantas se celebraba en la región; e indicaba como de los huevos decorados con hollín se había pasado a realizar obras de verdadera artesanía. Ciertamente, a mediados los años sesenta algunos rotativos regionales informaban de que el número de asistentes que acudían al desfile del día de los Huevos Pintos había aumentado en enormes proporciones en los últimos años.

Diluido el carácter religioso de la fiesta, se bendicen no obstante los huevos, operación que se realiza en lengua asturiana desde hace bastantes años. Quien primero adoptó esta fórmula fue el párroco Carlos Martino (persona muy interesada en la cultura regional) que realizó la operación, lo que no deja de ser significativo para la relación entre fiesta y sociabilidad sidrera, desde el balcón de la afamada sidrería El Polesu. No en vano, se reparte habitualmente sidra gratis en el acto desde la réplica de hórreo que se instala en la plaza del Ayuntamiento.

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