No soy yo mucho de fiestas de prau, ni de noches largas que roban horas al sueño, por lo que me pilla un poco lejana la moda de las orquestas-espectáculo, que causa furor en el Bajo Nalón y en toda Asturias. El fenómeno lúdico-musical rompe las barreras estivales, ya que cualquier disculpa sirve para montar una carpa, ocupar un pabellón o una sala equipada para el evento, y traer a cualquier agrupación, medianamente conocida, garantizando un éxito previsible. Por Pravia, Muros o Soto, las diferentes comisiones de fiestas negocian para traer a "Tekila", "Assia" o "Sonora Real" a sus verbenas, lo que garantiza la presencia de una legión de seguidores y seguidoras, que cantarán y bailarán hasta enloquecer, avituallándose e hidratándose en la barra anexa al escenario. Se trata de un colectivo fiel y festivo, que navega entre la figura de los y las fans y los y las "gruppies", que organizan sus rituales satánicos con la colaboración de una botella de sidra o bebibles afines. Hierba, barro y show.
Caminando en círculos