Como El Gaitero, otro de los ejemplos notables del talento universal de Villaviciosa, Aquiles García Tuero siempre vuelve por Navidad. Hay hombres y mujeres que de tiempo en tiempo brillan como si fueran una especial providencia de la tierra. Unos por el deporte, otros por la política y otros por el esplendor y divulgación de la cultura. A estos pertenece Aquiles García Tuero, de los que lleva dentro un espíritu genial dado a promover y levantar grandes obras.
El camino de las fiestas navideñas con el regreso al hogar familiar permite repasar a uno lo que es el origen, la fuente de la inspiración, lo que se es y lo que se vive. Una mañana navideña por el gijonés paseo de Begoña resulta especialmente evocador y emotivo. Y si cuando se llega ante el Teatro Jovellanos se produce el encuentro con Aquiles García Tuero, el agradable bulevar gijonés se abre a lo inesperado.
Aquilino García Tuero, con orígenes campesinos e historia familiar en los más tristes episodios de "La Iglesiona", tiene carisma, hechizo que arrastra y es capaz de convencer y llevar a su terreno. Hasta el Papa, si se lo propone. Desde su Quintueles natal hasta Nueva York se ha forjado García Tuero, al que Ladis comparaba con Alfredo Kraus por compartir con el tenor canario el mismo tono de voz y los mismos estudios de perito industrial por la rama eléctrica. Su personalidad confirma con evidencias que el nombre de la persona influye en su destino. Aquiles, como el héroe griego de Troya al que cantó Homero, tiene los pies ligeros para irse de un lado al otro. El infatigable promotor, gijonés de adopción, alto, bromista, con su perenne sombrero, tras un sostenido apretón de manos, no tarda en ponerse a relatar anécdotas de grandes personajes, salpicadas de expresiones en las diferentes lenguas de la lírica. Sólo el comentario de la presencia de Pedro Halfter en Gran Canaria precipita un torrente de historias sobre el padre Cristóbal y el tío abuelo Ernesto, "el único discípulo de Manuel de Falla, ¿me entiendes?". Palabra de Aquiles.
