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El cura que habla con los papeles

La paciencia del archivero

Yo estuve allí. Y sucedió que el sábado 20 de mayo, Villaviciosa amaneció con un sol tibio que acabó con la neblina mañanera. Y vi a gentes gozosas de los alrededores, que iban hacia el Teatro Riera, dispuestos a reconocer los méritos humanos e intelectuales de su paisano Agustín Hevia Ballina, y a nombrarlo Hijo Predilecto de la Villa. Y allí nos contó cómo los sabios también han sido niños, y han tenido sus debilidades, por eso el primer día de clase, dejó a su maestra sola, y se las piró porque aquella novedad no le gustó nada.

Ahora, desde hace más de treinta años, su trabajo es cuidar ese archivo diocesano y catedralicio donde la historia eclesiástica del Principado se relaja y sobrevive. Y es que si en el periodismo, la gente comparte su alma, sus luchas, frustraciones, y esperanzas con el periodista, en un archivo, las cosas son un poco diferentes; aquí, es el archivero el protagonista, el que tiene que hablar con los papeles, desentrañar su alma, para que los papeles nos cuenten sus secretos. Y para eso se requiere la sabiduría, la paciencia y la bondad que tiene Agustín. No hay otro lenguaje para entenderse con los papeles.

Pero Agustín no tiene su vida dedicada solo a los papeles del archivo diocesano. También él tiene su rincón donde muestra su faceta humana y sacerdotal. Y ese rincón es el Santuario de Lugás. Allí como decía fray Luis de León: "con pobre mesa y casa, en el campo delectoso, con solo Dios se compasa, y a solas su vida pasa, ni envidiado ni envidioso". Y en Lugás, "con Dios se acompasa", para cuidar la fe de sus paisanos y de los que vienen por aquí, para seguir contando las viejas historias del concejo maliayés, y para tener entre los labios la sempiterna sonrisa de hombre de bien.

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