La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El termómetro

La hoguera, el Carmín, la danza prima

Sobre las nuevas y viejas tradiciones en los festejos de la Pola

Mientras la hoguera ardía en la plaza de Les Campes en la noche de San Juan, sonaba la canción "Shook me all night long", de "AC / DC". Un rito ancestral relacionado con el soslticio de verano, con la magia y el culto a los astros, iba acompañado por una canción de rock -estupenda, por otra parte- que relata un encuentro sexual con una mujer explosiva. Es un ejemplo de la confusión en la que andamos con las tradiciones.

Está claro que algunas nos han venido impuestas por los medios y los intereses comerciales, casi siempre anglosajones -Papá Noel y Halloween son el mejor ejemplo-, pero en otros casos las hemos liado nosotros porque sí. Entre otras cosas porque hay un punto en el que algunas tradiciones no le pertenecen a nadie, ni siquiera a esos polesos de sangre real que protestan desde la ventana y con las manos en los bolsillos porque las cosas no se hacen como ellos desearían que se hicieran. No es culpa de nadie haber banalizado todo hasta tal punto que ya no tiene significado. Hay que reconocer que es difícil verse envuelto en la magia cuando le das tu escrito con el deseo a un bombero que vigila un perímetro de seguridad vallado alrededor de una hoguera.

Y qué decir del Carmín. Estos días tuve la suerte (o la indiscreción) de escuchar dos conversaciones: una en la que una persona despotricaba contra la danza prima, que consideraba un rito rancio a mayor gloria del polesismo trasnochado, y otra en la que alguien criticaba con dureza las camisetas con leyenda cutre que llevan los chavales en el prau.

Es curioso, no pude estar de acuerdo con ninguno de ellos, por más que no sea fan ni de la danza prima, ni mucho menos del camisetaje cutrelux. Creo que ambas son tradiciones arraigadas, por más que una tenga varios centenares de años y un sentido religioso -atávico, si me apuran- y otra haya nacido hace poco más de una década. Esta última costumbre es el ejemplo perfecto de las tradiciones impuestas desde abajo sin mediar ningún guardián de la ortodoxia. En el último Carmín un grupo de adolescentes de la Pola llevaba una camiseta en la que aparecía una flecha y se mentaban el cuerpo de bomberos y su manguera (el sentido es fácil de adivinar). El caso es que eran chavales de la Pola que hacían suya una tradición traida por chavales de fuera que hace años hicieron suya la romería del Carmín. ¿Es cutre? Sí. ¿Es una tradición? Pues sí, nos guste o no.

Un guardián del polesismo diría que esos adolescentes deberían llevar una camiseta blanca sin leyenda -o al menos con una leyenda tirando más a lo cultural que a lo sexual- y un pañuelo azul, y los chavales le contestarían que ese no es su Carmín, que lo suyo es dejarse de rollos y mezclarse con la masa en la zona bruta.

Hoy cada uno hace con su vida lo que le da la gana, ya sea rezarle a la Virgen o vanagloriarse de su propia entrepierna, y el único límite razonable es la convivencia y el respeto al otro. Con todo, creo que es en este punto en el que más estamos empezando a fallar. Aquí estamos yendo un poco hacia atrás. Veo una especie de regreso del espíritu de Torrebruno ("Tigres, leones, todos quieren ser los campeones") y, a decir verdad, no me gusta demasiado.

Compartir el artículo

stats