La Orden cisterciense llegó a Valdediós muy poco después de que el Rey Alfonso IX y su esposa Berenguela hiciesen donación, de 27 de noviembre de 1200, al Císter de los terrenos que el monarca tenía en la comarca de Boides, con destino a que en ella se fundara una Abadía, que, en sus comienzos, fuera filial de la de Sobrado, en tierras de Galicia.

Los primeros cistercienses ya contaban en Asturias con monasterios en Belmonte, en Villanueva de Oscos y uno femenino en Gúa de Somiedo, que más tarde pasaría, con sus bienes y propiedades, al monasterio de Las Huelgas en Avilés, para acabar extinguiéndose en Gradefes de Zamora. Sorprende que el monasterio benedictino de San Antolín de Bedón refleje una arquitectura cisterciense tan marcada, cuando parece que desde sus comienzos fue benedictino Valdediós, con un respaldo tan firme de la fundación de un rey que iba a convertirse en monasterio bandera de la Orden del Císter en Asturias.

Los cánones arquitectónicos de las abadías cistercienses tendrían su plasmación en los esquemas constructivos de Valdediós. Sabemos de la culminación de la abadía por el epígrafe de la llamada puerta de los Muertos, en el lado norte del crucero de la iglesia, a la que la inscripción denomina "esta Basílica: "Era el año del Señor 1218, a 28 de mayo, en el reinado de Alfonso IX en León, siendo obispo de Oviedo Juan y Abad de Valdediós Juan IV, se colocó esta piedra angular, en presencia del maestro de obras Galterio, que construyó esta Basílica". El proceso de Valdediós, en el sucederse de la Historia, resultaría ya imparable, hasta que el año 1834 una fatídica orden de desamortización expulsó al Cister de Valdediós, donde solo quedarían tres monjes rebeldes aferrados a la vida y a la tradición monástica del insigne cenobio valisdeyense.

Las técnicas constructivas del Cister, marcadas por un ascetismo muy destacado, quedaron plasmadas en los muros de Valdediós, bien distanciadas de los cánones románicos de los Benedictinos y de la exuberancia decorativa que fomentaban los cluniacienses, inspiradas en los monjes benitos, cuya reforma inició San Roberto en Molesmes y culminaron San Alberico y San Esteban Harding y, más tarde, elevó a categoría definitiva San Bernardo en Claraval. Riqueza y profusión exornativa en los monasterios de San Benito frente a pobreza y ascesis constructiva de San Bernardo, como expresión de la reforma cisterciense.

A pesar de todo, el correr de los siglos y los cambios de los gustos introdujeron en Valdediós la realización de obras suntuosas. Pensemos, sobre todo, en lo magnífica que debió de ser la Sala Capitular, la Virgen representada en el tímpano de la portada principal de la Iglesia, los retablos de gran suntuosidad, sobre todo el mayor y la nueva sacristía, con su bóveda decorada con frescos que se atribuyen a Reiter.

Al contenido iconográfico de estos frescos y a las inscripciones que, de alguna forma, quieren orientar su interpretación quiero dedicar unas palabras que favorezcan su intelección, referida, en principio, a la vida de San Bernardo, al igual que la predela del retablo mayor, donde se representa la "Muerte de San Bernardo", asistido por la Santísima Virgen y por San Benito, mientras sueña, en lontananza de siglos, con la futura iglesia y monasterio de Valdediós, y la escena en que San Bernardo obliga al diablo a hacer de rueda de la carroza a la que aquél había destrozado una rueda para que impidiera al santo llegar a tiempo de predicar un sermón.

En esta línea, en continuidad de un programa iconográfico, que ofreciera pasajes de la vida de San Bernardo, encargó el Abad de Valdediós a Francisco Reiter el conjunto de pinturas que decorarían la bóveda de referencia.

En la bóveda que cubre la sacristía aparecen, entre las nervaturas, invocaciones de la letanía lauretana, con sus personificaciones correspondientes.

En el luneto este el pintor representó, en un escudo abacial, la vinculación del Valdediós barroco con el Valdediós prerrománico. Destaca en el centro la Cruz de la Victoria, que tomaba como emblema el Rey Alfonso III, en cuya época se levanta el Conventín. La Cruz está flanqueada por siete mitras, alusión a la que coronan El Conventín, con la expresión. "Era de 931 (año 893) de Valdediós, 16 de Septiembre: Alfa - Omega".

La escena del luneto sur nos ofrece la Visita de San Bernardo a uno de los Monasterios de la Orden, mientras sale a recibirlo San Esteban Harding, quien le da el abrazo de fraternidad y lo saluda con estas palabras: "Han visto mis ojos tu Salvación". A lo que San Bernardo replica: "Alégrate, estéril, que no has engendrado". El paisaje exuberante de árboles y la copiosa vegetación, en torno a un edificio abacial, podría sugerir los muros de la nueva Abadía de "Cistercium", llamada así a causa de las espesas arboledas que la circundan.

En el luneto del muro oeste se representa la toma de hábito de Santa Umbelina, la hermana de San Bernardo. Ella se dirige al Santo:"No desprecie el siervo de Dios mi alma". A lo que el Santo responde: "Oh Dios, te lo suplico, sánala.

La escena de encima de la puerta en el lado norte representa a San Bernardo predicando la segunda Cruzada en el año1146. No contiene inscripciones.