"Fuego y furia" se titula el libro que relata el alocado funcionamiento del gobierno de Donald Trump. Aquí se trata de fútbol. De un futbolista de Pola de Siero que lleva por apellido un término que se acopla a su estilo luchador en el terreno de juego.

Los futbolistas hoy son símbolos para los jóvenes y reflejan valores a los que muchos se aferran. Algunos encuentran en el fútbol lo que otros en la Iglesia. Mientras la política deriva hacia el espectáculo, el fútbol se ha convertido en una religión en la que abundan también los pecadores. La muerte de un policía en Bilbao, los amaños de partidos para ganar en las apuestas, la presunta violación en grupo en la Arandina y la detención el jueves del jugador Rubén Semedo por intento de homicidio reflejan la cara negra del fútbol. Javi Fuego, que comparte vestuario en Villarreal con el portugués Semedo, representa todo lo contrario, los mejores valores del deporte rey: caballerosidad, pundonor, juego limpio; una épica y una emoción que se anhela en otras vidas.

Javier Fuego Martínez, de 34 años, que cumple diez temporadas en Primera División, en la mejor Liga del mundo, dicen, acaba de fichar por el Villarreal después de pasar con éxito por Levante, Huelva, Rayo Vallecano, Valencia, y Español. Sin olvidar el Sporting de su origen, en tiempos convulsos de un club en concurso de acreedores y con más derrotas que victorias.

De familia paterna en Argandenes (Piloña) y materna de Illano, Fuego está casado con Lucía Amieva Llavona, farmacéutica de raíces en Cabranes y con experiencia profesional en Nava. Ambos son muy de la comarca. Aún permanece fresco el recuerdo de un atlético Javi Fuego en Nava. Era 31 de diciembre y se celebraba la San Silvestre. El futbolista venció en la carrera y aquella Nochevieja levantó un jamón como trofeo. No había balón.