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Desde mi Mieres del Camino

El Ochote "La Unión", el eco inolvidable de unas voces

La historia de una agrupación coral irrepetible que ha dejado una honda huella en la música local y asturiana

Volver la vista atrás treinta, no más de cuarenta años, y sentir que el recuerdo se baña en todo un sentimiento de añoranza, es algo que resulta gratificante, aunque también, en casi todas las ocasiones, nostalgia. Todo tiene una explicación. Tal cono indica la melodía, "cuando un amigo se va, algo se muere en el alma".

Con su fama centenaria y laureada, de un Orfeón que escribió páginas verdaderamente gloriosas, un Coro Femenino que marcó línea de superación en mil y un escenarios y certámenes, un Coro Minero que, tras la aureola de sus atractivos personales y su calidad aún permanece en lid, tiempos pasados del Coro Santarrosino, del Ochote "Teodoro Cuesta", del Coro Santa Cecilia de Ujo, Orfeones de Fábrica de Mieres y de Amigos de Mieres, tríos inolvidables. ¿Qué más podemos pedir a la historia?

Pero llega 1975, justo hace cuarenta años, y con las aguas un tanto revueltas en el Orfeón de Mieres, máxima representación coral, un grupo de voces graves, ocho en total, se reúnen para "consagrar" su amistad en permanente tertulia, tomando plaza en uno de los populares bares de la villa minera, capital del Caudal. Casi por encanto, como si de agua cristalina, incapaz de detenerse, surge la idea. ¿Fue Jovino? ¿Lo hizo Chuchu Perola? No importa porque la propuesta fue aceptada por unanimidad irremisible y con el gozo de que así, de esa forma, veía la luz "un descendiente" de primera calidad. Era el Ochote "La Unión". Sus armas, en primer lugar voces jóvenes todavía pero bateadas y amaestradas en las duras "escuelas" de un Reinerio García, un César San Narciso, un Luis Rodríguez, un Joaquín Sandúa (de aquella joven pero sabio director), un Baldomero Pérez Méndez. ¡Ojo al dato! He aquí una de las piezas del engranaje que hizo rodar la bola del tiempo, de la bonanza y de la grandeza. Aunque hubo en unos preliminares la participación activa de Ramón del Llano, otro profesor de altura mierense, hoy presidente de "Amigo de la Música", que sustenta la Banda "Mieres del Camín", fue el tapiego Baldomero quien asumió el papel de reunir en su en torno, musicalmente hablando, el nuevo proyecto de "voces amigas" bajo la denominación de Ochote "La Unión".

Otoño de 1975, la pista de Sampil -el mierense que a todo dios (con perdón) pedía un cigarrillo, pero que tenían un corazón generoso como una torre- se celebraba el homenaje póstumo a Kike Chamaco, otro enamorado de la música coral. Y allí se estrenaron como agrupación, Los Jesús Seijas, Jovino Martínez, Calixto Casasola, Luis Naves, Julito Pérez, Manolo Perdiguer, Alvarito Fernández y Pepín F. Suárez para, en primer lugar, rendirle recuerdo emocionado al amigo fallecido, y hacer acto de presentación, por primera vez, ante su público. Merecido reconocimiento y grato debut del naciente grupo.

A partir de ese momento se sucedieron los acontecimientos de una forma vertiginosa, pasando de los grandes efemérides y escenarios a los actos íntimos, cercanos, emotivos, sin discriminación de clases, razas, religiones, ideologías ni sexos. Y todo ello bajo la bandera de una total disposición y generosidad, rayada en el más sincero sentimiento de solidaridad, sólo justamente alterado, monetariamente hablando, por la correspondencia económica que exigía, en determinados eventos, el mantenimiento y la perseverancia del grupo. Junto a ello el adorno más entrañable que se puede lograr en un colectivo, la pureza de una amistad inquebrantable que se mantuvo por los siglos de? Bueno, pues no, porque al Ochote "La Unión" le llegó fecha de caducidad. Pero antes?

Su fama de buen cantar, participar y estar a todas traspasó fronteras y el Ochote "La Unión", con los más acusados éxitos, discos grabados, salidas a la escena televisiva, actuaciones de alto copete y demás materia destacable, llegó a la internacionalidad con su gira europea patrocinada por Caja de Asturias, para cantar y mover nostalgias entre los emigrantes mierenses repartidos por Francia, Alemania, Bélgica? El eco de aquella odisea revolucionó los corazones e hizo que la mirada interior se volviese hacia "la tierrina". Lástima que su director, Baldomero Pérez, no pudiese participar por razones ineludibles de su trabajo. Eso sí, los despidió a pie de autobús con el mayor sentimiento emocionado.

1990, fue el año de un reconocimiento popular que se le tributó, con disco y libro bibliográfico incluido. Era época de recambio, porque se había ido Baldomero y entraba en escena Juan Rionda, otro incansable entusiasta de la música coral. Y el Ochote continuó ya sin el inolvidable Chuchu Seijas que se fue en el silencio de un adiós nunca deseado. Así volvieron a enarbolar la bandera a favor del emigrante, esta vez allende los mares, en la "bella Cuba", donde vivieron otra epopeya irrepetible.

Aún Mieres, el pueblo que los vio nacer, crecer y multiplicarse y a quien dedicaron sus mejores trovas, tuvo oportunidad de rendirse a sus méritos con un nuevo reconocimiento público al cumplirse los veinticinco años de actividad imparable. Durante este tiempo y su anterior andadura, recibieron galardones y justos premios de quiénes sabía de su generosa conducta. Así fueron declarados "Mierenses del año", reciben el "Nabo de oro" de la Cofradía de la Foz de Morcín, la "Manzana de oro" del Centro Asturiano de Madrid y "El Lavial" de la localidad tinetense de Tuña. Aún tiene ocasión de llevar su arte por numerosos escenarios, algunos con la vitola de la internacionalidad, caso de la ciudad portuguesa de Oporto y su presencia en la Bretaña Francesa. Su cuna nacimiento y estancia, es decir, la villa mierense, pone broche, con la designación de una calle, en la nueva zona residencial de La Mayacina, con su nombre, mientras que, a nivel popular es declarado "Patrimonio cultural del municipio", al igual que, con anterioridad, había recibido, cada uno de sus componentes, la insignia institucional del pueblo. Pero?

El tiempo va pasando factura. Se va Julito por deseo personal, fallece Jovino y casi seguidamente Calixto. Mientras, se producen incorporaciones como los murciegos Berto y Felipe, el lenense Pepe, el langreano Pantiga, el turonés Cienfuegos y los mierenses Tristán y Pope. En fin. Pues eso, es el fin. Se dicta sentencia y cierto día, hace tres años, el que suscribe siente muy dentro tener que recordarlo, hay decisión unánime de ponerle fin a la aventura. Las ausencias iniciales, los cambios y demás circunstancias contrarias al verdadero espíritu del grupo, dictan sentencia, y "el amigo se va, mientras que, algo se rompe en el alma".

Eso sí. Su incalculable grandeza aún deleita los recuerdos con alguna salida esporádica ante demandas ineludibles. Era y es, para la posteridad, el estilo de un colectivo, modesto en efectivos, pero incalculable en su aportación e idiosincrasia, que escribió una de las páginas más brillantes de la música coral en Asturias.

Y como se suele decir, "mira tú que Asturias es, históricamente rica, diríamos que riquísima, en estos lances artísticos". ¿Un general reconocimiento público hacia los protagonistas de esta epopeya? Quién sabe...

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