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Investigador emérito del ECSC de Mieres

La hora del adiós

La despedida ante el cierre del Centro Europeo de Soft Computing del campus de Mieres

El intento de mantener el Centro Europeo de Soft Computing (ECSC) como un centro internacional de I+D se ha ido al garete y el campus de Mieres pierde un elemento que ayudaba a darle prestigio internacional. Es así y ya no cabe darle más vueltas; se acabó y, como tantas veces, sólo restará lo que, castizamente, se llama el "derecho al pataleo". Lamentablemente, el nombre de Asturias no ha quedado muy bien en la importante comunidad mundial del Soft Computing debido, básicamente, a las decisiones que los dirigentes de Liberbank y del gobierno del Principado han tomado. Para despedirme del ECSC y como residente asturiano, quiero ofrecer las reflexiones que siguen.

Me cuesta entender que aquellos dirigentes se hayan informado, realmente, de la diferencia que existe entre la investigación y el desarrollo tecnológico y la innovación industrial; a juzgar por sus últimos intentos, lo dudo. Tampoco entiendo la política que se sigue para la investigación y más allá de lo que puedan requerir las empresas de forma más o menos inmediata; se necesita una tal política mirando al futuro y como la tienen, por ejemplo, Madrid, País Vasco, Cataluña y Andalucía. Esa política es un factor necesario, aunque no suficiente, para un nuevo futuro industrial. Sin el soporte del conocimiento, que no sólo incluye el desarrollo y la innovación sino también la investigación científica, hoy no hay países altamente desarrollados. Sería muy deseable, por ejemplo, que se estudiase con detenimiento cómo ha sido posible la reconversión de la cuenca minera del Rhur en Alemania y la de Fukuoka en Japón; cómo las ha ayudado la concentración de establecimientos de I+D públicos y privados. También me permito aconsejar la lectura del informe "Science, the Endless Frontier", dirigido al Presidente Roosevelt en 1945 por Vannevar Bush, que tanto significó para el inmediato futuro científico y tecnológico de los Estados Unidos; es fácil, se encuentra en la web y se considera como un documento básico. Vannevar Bush dirigió, en el MIT y entre otras muchas cosas que han influido en la tecnología actual, la construcción del calculador analógico conocido como "analizador diferencial". Era un investigador de altura, no un innovador y de buscar innovadores, intentemos promocionar a gente como fueron, por sólo citar ejemplos españoles, de la Cierva, Peral o Torres Quevedo; pero luego no les dejemos en la estacada. O a grandes profesionales como fue Torroja. Se ha dicho que si la investigación invierte dinero para lograr conocimiento, la innovación invierte conocimiento para lograr dinero. Nadie entienda en mis palabras un desprecio por la innovación industrial; es necesaria, pero no es suficiente, requiere conocimiento científico y se desarrolla mejor cuanto mejor es el entorno investigador. Piensen en el Silicon Valley, por ejemplo.

Desde hace más de dos años el patronato de la fundación propietaria del ECSC no ha hecho otra cosa que mirar hacia otro lado y, desde 2013, no ha sabido o querido afrontar la realidad pese a los avisos que desde el centro recibieron. Por ejemplo, quienes fueron encargados por ese patronato de encontrar nuevos patronos, ¿podían tratar con los máximos responsables de unos "socios" potenciales? ¿Qué podían lograr al excluirse determinadas fundaciones bancarias? ¿Quiénes, de querer mantener el centro en Asturias, debían hacerlo? Sí, como parece, el actual gobierno se enteró de la situación del centro tras tomar posesión, ello indica, simplemente, el escaso interés que por el mismo se ha tenido; muestra, por lo menos, que el gobierno anterior no informó de la situación en el correspondiente traspaso de poderes.

Así se ha conseguido, finalmente, perder cuanto iban a significar los millones de euros que suman las aportaciones totales de los patronos, más lo conseguido por los investigadores del centro; una autofinanciación promedia que ha rozado el 50% en nueve años, cuando y raramente un centro de I+D suele llegar a tal porcentaje. Un porcentaje que, para hacer bien las cuentas, debe contarlo todo, desde instalaciones, salarios y equipamientos, a inversiones y gastos de todo tipo; en mi opinión, de tener en cuenta sólo los gastos relativos a la pura actividad investigadora, la autofinanciación del ECSC ha rozado el 80%. ¿Alguien conoce otro caso similar de centro de I+D?

A la conciencia de los responsables del Principado y de Liberbank queda todo ello; a los ciudadanos de a pie ya sólo nos quedará juzgar lo que se pierde y que, para Asturias, podía haber significado lo que el Instituto de Astrofísica para Canarias. El rendimiento investigador del centro fue, tanto en publicaciones, patentes y contratos con empresas, así como en proyectos externos tanto españoles como europeos, formación de investigadores, reuniones y congresos nacionales e internacionales y visitantes extranjeros, más que notable. El ECSC que, de haber continuado la inversión estaría hoy en el 60% de autofinanciación global y contaría con el máximo número previsto de investigadores ha sido, simple y llanamente, abandonado por sus patronos. Ni por asomo una posible recolocación en empresas asturianas de los pocos investigadores jóvenes que restan en el ECSC, de hacerse rápida y realmente, podrá preservar las sinergias que, en él, generaban. Lamento muchísimo el fracaso de la iniciativa que, tanto el profesor Zadeh como yo mismo en su nombre, emprendimos con la ilusión añadida de cooperar, modestamente, a la modernización de las cuencas.

Me queda únicamente un ruego: piensen bien lo que se está haciendo ya que un país como el nuestro, al cual ni le sobran los recursos naturales, ni la riqueza colectiva, sólo puede contar para su futuro con la inagotable materia prima que brote de la mejor formación pre y post doctoral de su gente joven. De momento, se les quita una de las posibilidades de utilizarla en las cuencas; pero y seguramente, lo harán en otro lugar y, de ser en empresas locales con poca inversión propia en investigación, se irán aislando y dejarán de tener la presión de un entorno abierto y creativo como el que disfrutaban. En poco tiempo se limitarán a los problemas de la empresa, perderán de vista los del 'ancho mundo' de la I+D; no estarán junto a investigadores de gran calidad a los que intentar sobrepasar y, para promocionarse, deberán dejar la investigación para dedicarse a la gestión empresarial.

Recuerdo que una noche entre 2010 y 2011, cuando el ECSC crecía rápidamente, todo en él era esperanza y contaba con la atención y casi diría cariño de los sindicatos mineros, soñé que para las Cuencas, la metodología del Soft Computing llegaría a ser, aunque y como es natural, de forma muy distinta, lo que había sido la minería del carbón. Un sueño que, aquí resumido, no será real. Todo ello me duele profundamente. No hay países modernos sin buenas infraestructuras para la I+D, las cuales requieren inversión e investigadores senior y junior altamente calificados y de cualquier nacionalidad así como, necesariamente, independencia creativa en un horizonte estable y a largo plazo. Ninguno de esos países pretende bastarse con sólo "los de casa"; eso es la endogamia que, junto con la lenta gestión burocratizada y los objetivos científicos banales, son las enfermedades mortales de la I+D y, también, de la innovación. Como ha dicho uno de los muchos investigadores foráneos que estos días han mostrado su enojo por el cierre del ECSC, ello "tal vez sea un pequeño paso para la economía, pero es una catástrofe para la ciencia".

Con mi adiós, quiero dar las gracias a cuantos investigadores, desde tantos lugares e incluyendo Asturias, han venido al ECSC y me lamento con ellos de que sus esperanzas en él no se puedan confirmar. Un reconocimiento que también debe mostrarse a aquellos prestigiosos científicos que ayudaron a establecer la estrategia investigadora desde el comité científico internacional. No menos agradecimiento se debe a cuantos técnicos y administrativos, todos ellos asturianos, han ayudado en estos casi diez años a que el centro funcionase. Una vida demasiado corta para un nuevo modelo de centro de I+D; un modelo que, sin embargo y habiendo probado su bondad, renacerá en otro país.

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