Imaginen la escena. Un grupo de turistas espera para adentrarse en alguno de los parques naturales o espacios protegidos de la región. Deben pagar una entrada. A la vez, se les entrega un mapa muy completo, un libro de supervivencia y los teléfonos de urgencias vía satélite, además de una guadaña. Los visitantes, intrigados, preguntan por qué deben llevar tanta documentación y el utensilio para segar. Les responden que están a punto de penetrar en una selva, no por la peligrosidad de sus animales salvajes, sino por su abandono y deterioro. La guadaña es para desbrozar tanto camino tupido por la maleza. Y las guías y emergencias, para utilizar en el caso probable de que se pierdan al no encontrar los indicadores arrancados, quemados o enterrados por la vegetación. No sé si es bueno u oportuno cobrar en los parques naturales, pero si se hace habría que ofrecer al visitante, al menos, un camino despejado de ortigas.