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Desde mi Mieres del Camino

El eco lejano de un mierense de lujo

Julio León Costales y su impronta imborrable en el concejo

Suenan lejanos los toques de atención cuando la mente refresca el pasado recordando las pisadas, los talentos, deseos y entregas de quiénes dejaron, para la posteridad, una impronta imborrable. Y entonces surge la emoción nostálgica de otros tiempos, cuando Mieres respiraba ansias de ilusión y grandes dosis de entusiasmo hacia la búsqueda de caminos en el engranaje investigador de otras metas.

Todo aparece hoy medio difuminado por las constantes de una vida comunitaria muy distinta, desde que las bases socioeconómicas de toda una historia fueron minando tanto el deseo de una supervivencia digna en el propio feudo como la inquietud individual y colectiva de los miembros de una comunidad. Hoy esa comunidad, mermada y casi diseminada, cae con facilidad en las fauces de un materialismo supino propio de la más arraiga tendencia neoliberal.

Mieres no es el Mieres de antaño, de hace cinco o seis décadas. La ley de la propia supervivencia, demoledora al final, se llevó a quienes habían llegado al límite de su existencia. Y también por el efecto, convertido en sentencia, de un éxodo más que obligado según orden no escrita pero sí materializada por los poderes políticos. Es decir, para la clarificación más simple, de los efectos demoledores de la pertenencia a la Unión Europea.

Porque, ¿acaso existen o existieron territorios tan desgajados, industrial y humanamente hablado, como las cuencas mineras asturianas? Cierto que casi a la par llegaron compensaciones económicas, a fin de paliar efectos. Sin embargo, no lograron resultados convincentes, pero? Esa es harina de otro costal para un futuro inmediato.

Precisamente de un Costales siente uno la necesidad de explayarse hoy, buscando por interés justo, el eco de ese pasado histórico que escribieron muchos mierenses ya desaparecidos, mujeres y hombres, u hombres y mujeres, que tanto monta, monta tanto. De Julio León que, con el Costales añadido, provenía de los altos de la Güeria de San Xuan. Del pueblo de Planta, donde aún se conserva, su cuna de nacimiento: un viejo edificio, posiblemente el más antiguo del conjunto por encima del llamado "Prau Domingomoro", es deseo hablar hoy.

Y no con la intención de plasmar un panegírico de elementos valiosos y positivos en torno a su personalidad, que los hubo y abundantes. Pero la presente expansión periodística solo pretende dejarse llevar por el reto de un pretérito inolvidable, recogiendo simplemente unas cuantas pinceladas en torno a una vida que debió tener un tratamiento de su tierra y de sus gentes, distinto a la realidad del momento.

En Julio León Costales, en su peculiar personalidad, concurrieron varios rasgos que confluían, por afinidad inalterable, en beneficio de su pueblo. Tras su periplo inicial por otros campos y otros mares -nunca mejor dicho- la característica figura de este mierense, recaló de nuevo en su tierra. Y sólo la abandonó al final, casi a la hora de decir adiós a la vida, siguiendo una de sus más arraigadas tendencias: alejarse, por pura modestia, de forma silenciosa y convencido, sin duda, de que en ese tramo definitivo, no deseaba ser estorbo para nadie.

Todos sabemos que Julio era un ciudadano conservador, de lo que entonces se decía "de derechas", católico convenido sin resquicio alguno a la duda, de ahí su interés en recuperar edificios religiosos. Pero estas sus connotaciones vitales en él, no suponían el menor impedimento para el trato cordial y cariñoso con todo el mundo, sin ruptura alguna ni en políticas ni doctrinas. ¿Alguien puede decir que esos elementos de pensamiento y obra, hoy tan trascendentales, fueron obstáculos para el más simple y a la vez más sincero trato con Julio León Costales? Como se suele decir, "que levante la mano".

Su inquietud permanente e inquebrantable lo llevó, al margen de su ocupación profesional como funcionario municipal, a sumergirse en el cogollo de asociaciones o movimientos vitales para la permanencia digna de los mierenses. Con el firme deseo de hacer historia documentada, escribió y publicó varios libros que hoy día representan un legado inconfundible.

Quizás haya sido, siguiendo los pasos de otro ilustre hombre de la casa, Luis Fernández Cabeza, el Centro Cultural y Deportivo Mierense, punto de emergencia idónea. Allí Julio se volcó con ansias de alcanzar, conjuntamente, metas de apertura hacia los frentes culturales y también los deportivos, Desde la perspectiva de la acción desinteresada y enfocada, principalmente, hacia el montañismo senderista que alcanzó su máximo expresión con el logro del refugio del Meicín, a los pies del cordal de Las Ubiñas. Porque, sepan ustedes -como diría mi gran maestro Julio Puente- señoras y señores diputados, que el antecedente al actual refugio de Las Ubiñas fue construido por un grupo de entusiastas de esta casa, entre los que se encontraba Julio León Costales.

Su enorme interés por la investigación local le llevó tiempo y empeños hasta el punto de que, si mis cálculos no fallan, desempeñó en su día las tareas de archivero documental del propio Ayuntamiento. Llegó allí por su interés personal ante la apertura de un marco de investigación sobre la historia y personajes de sus pueblos, que le fascinaba. Muchas veces me he preguntado el por qué Julio León Costales no recibió lo que de seguro él iba a considerar una especie de regalo con el título de archivero oficial y emérito de Mieres, tras su jubilación, sin que ello supusiese el menor desembolso de las arcas municipales.

Sin él desearlo, nuestro hombre sintió sobre sus hombros la sensación de que Mieres y su patrimonio humano se olvidaban con cierta facilidad de quiénes estaba dispuestos a seguir incrementado el conocimiento de la historia. ¿Fernández Cabeza? ¿Benxa? ¿León Costales? En fin, muchos más. Y estas conclusiones se convirtieron en una especie de desencanto, lejos de taimadas soberbias o personalismos.

Sus últimos tiempos en Mieres dejaron, para sus amigos, la sensación de una tristeza que nunca había formado parte de su idiosincrasia. Aún tengo clavada en mi mente la escena de un Julio León Costales -que muchas veces había presentado rasgos de gallardía, de buen porte físico- con su andar cansino durante el paseo diario, la mirada aparentemente agotada, cubriendo distancias por el puente de Seana y paseo fluvial.

Un día se fue a las tranquilas arcadias de una residencia de personas mayores de Gijón, donde pudo reflexionar y donde yo encontré la oportunidad de estar con él un tiempo que a mí me hubiese gustado prolongar. Me insinuó que no le apetecían mucho las visitas de la gente, aunque no se reservó la invitación de que yo acudiese más veces. No ocurrió porque Julio León Costales se fue pronto, a la edad de? Qué más da. Para conocimiento general, sepan señoras y señores del Mieres actual que la trayectoria de este nuestro hombre, en la memoria de hoy, es todo un patrimonio digno de formar en los puestos de salida de una reciente historia de su pueblo. Y que su pueblo no supo o no quiso reconocérselo en vida aunque Julio en su interior, según confesión íntima, guardaba dos secretos a forma y modo de tesoros personales: la declaración de "Mierense del Año" y el homenaje sorpresa que sus compañeros del departamento profesional, en el Ayuntamiento, le rindieron.

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