Se acabaron las vacaciones. Se acabó el veraneo. Todo vuelve o intenta volver a una vida más normal y hasta rutinaria. Los chicos retornan al cole, los ya mayores a la universidad. Por desgracia alguien vuelve a la oficina del INEM porque se le acabó el trabajo temporal. Muy pocos vuelven a tener trabajo. Los políticos a lo suyo, que debiera de ser lo nuestro realmente.
Hoy ya 9 de septiembre, veo en el periódico LA NUEVA ESPAÑA las fotografías del accidente ferroviario en Porriño, en Galicia, donde cuatro personas dejan la vida y cincuenta resultan heridas, en un raro siniestro de descarrilamiento ocurrido en una recta con paso a nivel incluido. A otros que les ha cambiado la vida. Cosas que ocurren si creemos en la predestinación y que pensamos que solo ocurren a los demás y no a nosotros.
Y para no entristecernos con los desastrosos acontecimientos, recordemos aquel viejo chiste de aquel niño que vaticinaba el futuro. Un día según se levanto por la mañana y dijo: "Se muere el abuelo". Y así ocurrió. Otro día predestinó otra defunción y acertó. Más un día dijo: "Se muere papa". El revuelo que se organizó en aquella casa fue terrible. Su padre se puso a bien con Dios, hizo testamento, se despidió de todos y... al día siguiente se muere el señor del quinto. ¿Habría acertado el chico?
