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Ismos

Los localismos, ya rebajados con respecto al pasado, entre los distritos langreanos de Sama y La Felguera

Me parece que cada vez son menos las personas que continúan molestándose por las referencias a Langreo, en lugar de a La Felguera. Y ello, sin duda, es una buena noticia, sobre todo si se tiene en cuenta la falta de comprensión que hubo al principio, cuando hace ya años se decidió que la capitalidad quedara formada por un grupo urbano denominado Langreo (en el que La Felguera figura como uno más de entre los seis distritos urbanos que conforman la ciudad de Langreo). Había quien no entendía que tal calle, plaza o edificio administrativo no llevara la dirección de La Felguera, pues, se decía, esa zona siempre había sido citada así, y no parecía venir a cuento que ahora quedara sustituida bajo el epígrafe de distrito de Langreo. ¿O acaso el solar, la calle que pisamos, la cuna de nacimiento y hasta la sangre de nuestros antepasados no tienen un peso histórico superior a cualesquiera decisión administrativa? En esos guisos, más o menos, se nos cocían las discusiones, que, a mi juicio, ahora parecen haber bajado su volumen, lo que no significa que se haya apagado la música de un modo definitivo (de cuando en cuando continúa llegando hasta mis oídos algún rum rum sobre el particular).

Siempre que se produce algún debate de este tipo, mi propensión a buscar similitudes me conduce hasta la fusión que se produjo en 1961 entre los equipos de fútbol representativos de La Felguera y de Sama, y a las consecuencias (no muchas, por fortuna) que se produjeron a partir de ese momento. Y aquí hubo (y aún hay) quien juró amor eterno a unos colores y a unas banderas, y que, ante tamaña traición, decidió tomar sus medidas. Desde quienes, en algunos casos (los más leves), se juramentaron para no pisar el estadio de fútbol que albergaba al híbrido resultante de una maquiavélica operación destinada a vaciar el frasco de las esencias patrias, hasta los que colocaron frenos en las suelas de sus zapatos, de modo que éstos se negaran en redondo a atravesar el puente que une Sama y La Felguera. Como muestra , no hace mucho que escuché a alguien decir (y no en tono de broma), que si no fuera porque el tanatorio está en Sama, nunca más se hubiera perdido por allí.

Lo más curioso, o paradójico, o quién sabe qué adjetivo colocar, es que algunas de estas personas son las mismas que sacan el pecho y muestran su enfado de un modo visible cuando escuchan los argumentos que exhiben los representantes de algunas nacionalidades. Y sin querer entrar en comparaciones, pues el tema es más intrincado de lo que se pueda sostener en estas breves líneas, entonces los llamados a la sangre, al territorio, a la lengua o a las banderas les suenan a música pecaminosa. Ellos pueden ejercer de solistas, mientras que los otros han de conformarse con formar parte del coro, y, además, sin derecho a desentonar

No hace mucho leí una frase del escritor vasco Fernando Aramburu en la que, refiriéndose al abandono de su tierra, decía: "No nací árbol que desarrolla toda su vida donde germina la semilla". Quizás venga bien a unos y a otros partidarios de tantos ismos (localismos, regionalismos, nacionalismos...) repensar un tanto el significado de la misma. De ese modo, podríamos adentrarnos mejor en un bosque tan complejo y lleno de maleza por todas partes. La que le corresponde por su misma naturaleza, y, además, la que le echan encima otros, y no con buenas intenciones, precisamente.

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