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Desde la Meseta

Descubriendo un secreto

La fórmula para abrir la caja fuerte del Banco de Langreo

El 5 de octubre, mañana, es el aniversario de aquel Banco de Langreo que abrió sus puertas al público en 1964, que diez años más tarde pasó a ser Banco de Asturias y que hoy ya desapareció bajo el nombre de Banco Herrero, del Grupo Banco de Sabadell.

Más hoy no voy a hablarles de los pocos hombres que aún quedan de aquella fundacional entidad de crédito, sino que voy a desvelarles un secreto que entonces muy poca gente sabía, los cuales han fallecido. La historia tiene miga y hasta corteza. Allá va.

Estábamos situados en aquel primer edificio provisional, en el número 55 de la calle del Generalísimo, hoy Avenida de la Constitución. La caja fuerte del Banco estaba situada en un pequeño cuarto detrás de las cajas de atención al público. Previo a la caja fuerte, había un pequeño espacio inhabilitado. Dicha caja fuerte era abierta toda las mañanas por dos personas, tal y como mandan los cánones. Cada uno de ellos poseía un secreto de apertura.

Como aclaración, entonces tres apoderados se repartían dicha apertura, y estando uno de ellos de viaje, los dos que quedaron se dispusieron, como cada mañana, a abrir la caja, pero esta se "negó" a ser abierta. Pasaba el tiempo y cada poco intentaban ambos insistir en darle la combinación: pero que si quies moreno.

Enterado yo ocasionalmente de tal problema, tuve el atrevimiento de decirle a uno de los apoderados que yo era un manitas y que a lo mejor podría abrir la caja. Mientras tanto ya habían hablado con otro Banco de la plaza para que nos dejase dinero cuando abriésemos al público.

Un apoderado se lo dijo al otro y ambos tomaron la determinación de que fuese yo el manitas que intentase abrir referida caja, poniendo en mi conocimiento la clave y las llaves. Era tal el nerviosismo de aquella responsabilidad, que pedí me dejasen solo.

Y lo intente, por lo menos media docena de veces, pero aquel mamotreto se resistía y yo estaba quedando mal con aquello del manitas. Entonces se me ocurrió por qué no llamábamos al delegado en Oviedo de aquella marca de cajas, coincidiendo que tal persona había sido amiga de mi padre y él me conocía. Y así lo hicimos.

El delegado en cuestión mando que me pusiese yo al teléfono y entonces me dijo que, una vez estuviese yo solo ante la caja, cada número que marcase de la combinación me descalzase un zapato y suavemente con el tacón diese un golpe a la combinación.

Así lo hice: número y taconazo. El milagro se llevó a cabo y la caja fuerte se abrió de la primera.

Hoy, pasados tantos años, no recuerdo si llegue a confesarle a alguien aquel secreto de cómo se puede abrir una caja fuerte con la simple ayuda de un zapato. Hoy se lo cuento a ustedes, lo dicho, al no existir tal caja ni tal Banco.

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