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Tribuna

Réquiem por la cabeza de un lobo

Los lamentables hechos contra esta especie y la necesidad de una política ganadera

Este 2016 está resultando un "annus horribilis" para aquellas personas que, de una u otra forma, nos sentimos comprometidas y esperanzadas con el futuro del lobo como especie en Asturias y en toda la Península Ibérica. Me refiero al goteo de atrocidades que se han venido produciendo en distintos puntos del Principado y que -carentes de toda justificación- consistieron en colgar cabezas de lobo en puntos visibles como señales de tráfico, etc?

Personalmente considero necesario desvincular esas acciones de cualquier colectivo en concreto y de hecho muestro un enorme rechazo ante la posibilidad de estigmatizar al sector ganadero en estas cuestiones tal como se le ha criminalizado también en lo relativo a los incendios forestales. Sin embargo, resulta innegable, que lo que se ha vuelto a poner de manifiesto de forma rotunda es un conflicto existente, un malestar no resuelto, una guerra ancestral, sorda y cruenta entre el ser humano y el lobo.

Al sector ganadero hay que defenderlo, pero no de esa manera sino con una actitud constructiva, con mucha pedagogía, con ayudas económicas para reparar el daño y "arrinconando" a los recalcitrantes que barajan como única salida el exterminio de los lobos.

En definitiva, es preciso preservar y proteger también al ganadero como garante de la vida en los pueblos, como custodio de una cultura rural que languidece pero entendiendo que Asturias no puede empezar a ser conocida por tener lobos colgados de las señales de tráfico (y no solamente lobos sino también buitres, perros... u osos tiroteados en las cunetas) porque eso es impropio de una sociedad avanzada y de un territorio que se define a sí mismo como Paraíso Natural. El ganadero debe ser escuchado, indemnizado, apoyado como elemento vivo del ecosistema pero no a costa de la extinción de nuestros lobos.

Así pues, se trata de buscar una senda sostenible que no condene al lobo a la extinción y que permita al tiempo desarrollar la actividad agrícola y ganadera sin olvidar que la globalización, la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea o el Tratado de Libre Comercio constituyen objetivamente amenazas mucho más peligrosas para nuestro sector agroganadero que los esporádicos ataques del cánido.

En todo caso, es preciso apoyar decididamente a ese sector que con frecuencia ha de soportar la carga de la conservación casi en solitario (me refiero a los ganaderos), quienes deberían ser compensados con medidas concretas encaminadas a aliviar los daños ocasionados. Algunas medidas a estudiar podrían pasan por:

1.º- La actualización y adecuación del baremo de indemnizaciones acorde a los valores del mercado así como la agilización en el cobro de las mismas.

2.º- Delimitación de las zonas de mayor presencia lobera y aplicación de medidas fiscales favorecedoras para los ganaderos que ejerzan su actividad en dichas zonas.

3.º- Puesta en marcha de un programa de mastines adiestrados en el pastoreo consistente en que el ganadero aporte el ejemplar y el Principado gestione el adiestramiento.

4.º- Implantación de programas preventivos como los que ya funcionan en Galicia y Castilla-León en virtud de los cuales se introducen asnos en los rebaños de aquellas zonas de riesgo logrando mitigar los ataques por mor de la etología de los equinos que les lleva a no mostrarse pasivos ante las incursiones de los lobos alertando al resto de especies ganaderas. Parece ser que se afianza empíricamente la validez de este método en nuestras comunidades vecinas y que ya en otras latitudes del planeta se viene aplicando tradicionalmente frente a otros grandes depredadores (fundamentalmente felinos).

Algunos parecen empeñados en demostrar que son cada vez más escasas las posibilidades de convivencia entre el ser humano y el lobo y en la medida en que así sea serán cada vez menores las probabilidades de supervivencia de los lobos en la Península Ibérica. Es entonces cuando se hace urgente demandar de las Administraciones, a quienes corresponde proteger y velar por los lobos pero también amparar y fomentar la actividad agrícola y ganadera, que arbitren soluciones encaminadas a que el sostenimiento de la especie no recaiga siempre en el mismo bolsillo -el de las gentes del campo- sin mencionar que en ocasiones no hay dinero capaz de mitigar la pena de un auténtico ganadero al encontrar despedazado a un ejemplar de su rebaño.

Quiero finalizar compartiendo con los lectores algunos interrogantes: ¿sería tan difícil articular una ayuda económica -anual y fija- por cabeza de ganado que tuviera como objeto sustituir las indemnizaciones que a nadie satisfacen por una "prima preventiva" a cobrar con o sin ataques e implicando así al ganadero en la tarea de conservación de los lobos? Con ello se conseguiría "blindar" al ganadero frente a los eventuales ataques pero desterrando cualquier suspicacia respecto al cobro de daños puesto que habría que asumir una vez percibida una ayuda anual que el rebaño puede ser protegido, que existen medidas preventivas, pero producido el ataque no se volvería a cobrar cantidad alguna suplementaria al importe asignado a cada res. ¿Y cómo se podría financiar esta medida? Si se aplicara una ecotasa razonable a productos como la carne y la leche o en los establecimientos de turismo rural creo que tod@s seríamos conscientes y corresponsables del sostenimiento de la especie ya que la supervivencia de la misma constituye un patrimonio de la sociedad a cuya protección debemos contribuir sabiendo que su continuidad repercute igualmente en beneficios ecológicos, en atractivos turísticos, en actividad económica ligada a su observación. Es preciso obviamente hacer revertir esa inversión en beneficios para el contribuyente y eso es posible poniendo en valor los espacios donde aún la presencia del lobo es una realidad frente a aquellas zonas donde la persecución y el acoso han forzado su repliegue tanto en la Península Ibérica como en todo el contexto europeo lo cual convertiría a España en un referente turístico, medioambiental, e incluso ético en relación a la protección de la fauna salvaje.

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