Lo que se supone son los inmensos placeres del poder, disfrutar del ordeno y mando, en todo lo que abarca el mundo de la política, da la impresión de que están en la creencia de que su poder resulta tan omnímodo que nunca les va a suceder nada, actuando con total impunidad, suponiendo que todas sus trapacerías nunca van a ser descubiertas.
Algunos son tan pardillos, sabiendo, además, que las nuevas tecnologías lo controlan todo, que ni tan siquiera toman las mínimas precauciones.
E incluso cuando caen con todo el equipo buscan las disculpas más pueriles para justificar lo injustificable.
Lo de "irse a tiempo", o dimitir, es algo que no entra en su vocabulario, y, claro, su final suele ser todo un fiasco, siendo señalados, con pérdida de un crédito si alguna vez lo tuvieron, señalados por propios y extraños, además del "fuego amigo", sobre todo cuando en el horizonte se otean vísperas electorales, y las puñaladas traperas están a la orden del día.
Gran número de ellos están más que amortizados, pero resisten aferrados a un sillón, sea del tipo que sea, lo importante es seguir siendo "alguien", aunque tengan que bajar varios escalones.
Si resultan peces muy gordos, el corporativismo hace acto de presencia, con el contraste que es para salvar al colectivo de lo que se les viene encima, con un desagüe atascado que ya no admite más mierda, y no por la persona que está en el punto de mira de todos.
¿Dimitir, o irse a tiempo? De ninguna de las maneras. En su momento, hace mucho tiempo, bien lo reflejó un importante Ministro que cuando el periodista de turno le espetó de que si iba a dimitir, la respuesta no fue otra que: "Cáguese en mi madre si quiere, pero no me pida eso". Textual.
No hace falta apostillar como anda el patio esta temporada, que nos tienen aburridos a diario con más de lo mismo, y de momento ninguno tiene la dignidad de irse a tiempo a sus cuarteles de invierno, con la seguridad añadida de que no les va hacer precisamente falta inscribirse en las oficinas del desempleo. ¿No les parece?
