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Obituario

Fito, el tiempo como verdad

En recuerdo de Adolfo Iglesias, un experto relojero

El tiempo, esa duración de las cosas sujetas a cambio, era su esencia. Y lo controlaba a placer. Las horas, los minutos, los segundos... Por algo era un especialista en mecánica relojera. Hombre universal, cabal, abierto en su concepción humana, amistoso, elegante y familiar. Se fue de esta tierra naloniana tras una rápida enfermedad. Adolfo Iglesias Martínez "Fito", entreguín de nacencia, pero lavianés de pacencia, pasó la mitad de su vida en Suiza, en la localidad de Neuchatel donde se encontraba la gran factoría relojera Omega, en las proximidades del lago Leman. En esa fábrica desarrolló su labor profesional como un experto en materia relojera y todo el ensamblaje y manufactura de ese complemento horario pasaba por su manos hábiles y decididas.

En ese entorno helvético, Fito vio pasar la vida y su circunstancia, ese tiempo imparable que él dominaba con talento y estilo, con sapiencia y claridad de ideas. La misma claridad ideal que demostraba en sus viajes frecuentes a España o en sus vacaciones intensas en Laviana de donde era su mujer Titi Baraja. Persona con un acendrado sentido del humor, inteligente, genial y con esa magia natural que tienen los de casta familiar, hizo de su existencia una manera de ser y estar. En sus tertulias entre amigos la palabra fluida y el verbo preciso surgían de sus labios como un torrente gramatical. Y en esa entrega ociosa y pasional aparecía siempre una palabra nueva, un vocablo sentido. Mi difunto hermano Gonzalo y el gran Fito conformaban en segundos un vocabulario a la medida de todos, realidad que resultaba todo un dechado de perfección y momentos plenos de satisfacción amistosa. Sus amigos del alma como Ángel, Moisés, Pipo, Luis, Víctor, Manolo o Chema, recordaban entre sollozos al lado de Titi Baraja y su hija Silvia, la calidad humana y temporal de Fito, junto aquellos encuentros estivales en el emblemático café Rosendo de la Pola. Y la vida es remembranza, es recuerdo, es tiempo, ese período para el que se dispone para algo que Fito siempre lo entendió a su manera y le dio patente de corso. Sus últimos años en Torre de Mar, en Málaga, donde existe una colonia de buenos lavianenses, los vivió con la felicidad del hombre satisfecho de sí mismo y sabiendo que el tiempo es oro. Igual de preciso que un reloj suizo. Y cierro con su frase preferida. Eres igual que el lobo feroz que vive en Santa Clara. El gran Fito nos dejó un día primaveral y luminoso sabiendo que la vida es tiempo. Y que los relojes, especialmente los suizos, sólo marcan la hora.

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