Una imagen puede ser un libro abierto, más que mil palabras, miles de historias. La fotografía de los arqueólogos que recrearon cómo estaban colocados los cuerpos de las doce personas fusiladas en Parasimón, en Pajares (Lena), tras exhumar sus restos es uno de los mejores documentos digitales de la memoria histórica. Digitales porque en la era de la inmediatez un simple vistazo basta para dar un salto en el tiempo, para imaginar el viaje en camión de unos prisioneros alleranos que creían ir a la cárcel de León, pero que fueron fusilados en fila, al pie de una fosa larga y lineal, para ser enterrados en ella. La imagen de los arqueólogos simulando ser los represaliados rememora historias de familias arrasadas, de años de silencio pero no de olvido, de la búsqueda durante décadas de seres queridos que yacían bajo tierra, juntos pero no amontonados, en la frialdad de la muerte. Hemos escrito y leído sobre muchas fosas, pero una imagen ha servido para narrar todas sus historias y las de aquellos que aún esperan en las cunetas.
