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A propósito de Lisardo

El artista expone en Bretaña y afronta su aventura de emerger del blanco

A propósito de Lisardo

Lisardo expone en estos días en "La Tocade del arte", una galería de Lanvallay, en la Bretaña francesa, que ocupa una casa de 18550, en su día hostería y boutique de anticuarios y hoy lugar de exposiciones pero también residencia de artistas y espacio cultural para teatro, conciertos o talleres. Es interesante reseñar que dirigen el proyecto Mako, una asturiana de Mieres, como el propio Lisardo, junto a su marido Gael Robine, y que es probable que dé motivos para hablar en el futuro.

La exposición ha tenido buen éxito desde su muy concurrida inauguración, pero aunque el hecho sea noticiable, si bien reúne obra de épocas pasadas del artista, lo es más el hecho de que venga a coincidir con su entrega a un nuevo proyecto de trabajo que plantea una transformación muy substancial en su visión plástica. Si esto es interesante en la trayectoria de cualquier pintor, lo es más en el caso de Lisardo, porque es un artista cuya obra es por otra parte muy valorada por la crítica y el coleccionismo más formado, y que sin embargo lleva quizá demasiado tiempo buscando su razón de ser estética en el blanco como única posibilidad de expresión artística. Blanco, no neutro, claro, sino tramado de exquisitas texturas, dibujos y matices de luz, muy bellos pero con tal vocación de sutilidad y pureza que llegaron a situar su pintura en los límites de la visibilidad. Por eso creo que esta nueva época en su pintura, cuando forma y color se vuelven más fácilmente perceptibles superando un trance de purificación, será noticia de relieve en el mundo del arte.

La obra que Lisardo expone en Francia es con la que inició su presencia en el arte asturiano, sus "Geografías construidas" como tituló su exposición del 2002 en la galería Vértice. Eran estructuras complejas de orden constructivo configurando abstracciones con sugerencias arquitectónicas. Sobre fondos rojos y con este color y el azul, el negro y el gris en cromatismo plano, esas estructuras de linealidad vigorosamente armada podían verse cercanas a las tendencias neogeométricas del momento, y en concreto a la llamada "geometría social" del norteamericano Peter Halley con sus "celdas y conductos" cuya condición de "soledad, aislamiento e incomunicación" no iba a ser muy lejana a la de la futura obra de Lisardo, aunque por otros caminos.

Porque aquellas "geografías" fueron despojándose de su corporeidad en una esencialización de forma y color que, al mantener al principio su sentido diagramático, parecían deslizarse hacia el minimalismo. Pero la levedad gráfica del dibujo geométrico iba siendo cada vez más atraído por las superficies del cuadro, ahora pintadas de blanco en lugar de rojo, como mimetizándose en ellas, refugio de bellísimas escrituras plásticas pacientemente elaboradas y capaces de generar, con sus texturas, luces y armonías tonales, intensos goces estéticos cuando la contemplación se vuelve lenta y concentrada. Un artista exiliado en el blanco por necesidad de soledad y silencio y al que cualquier marca o color resaltando la relación fondo-figura parecía producirle tensiones. Una mística geométrica desde la que, como Malevich, podría decir, "lo único que os pido es que os adentréis conmigo en el blanco infinito". Juan Manuel Bonet lo vio desde el principio: "no hay palabras en esta pintura desnuda -escribió- ni parece que vaya a haberlas en un futuro próximo".

Así fue, porque durante años Lisardo ha estado creando esta pintura sin palabras, elogiada por la crítica pero también ante la incomprensión de otros, comprensible cuando lo cierto es que en ocasiones resultaba difícilmente perceptible en las reproducciones de los catálogos. Sobre esto Baselitz escribió algo sobre su propia experiencia, aplicable al caso: "Esa situación de aislamiento no es algo intencionado, es una situación que resulta cuando, en un momento u otro, uno se da cuenta de que trabaja en una cosa muy especializada de la cual nadie entiende nada. El aislamiento no es un hipótesis de partida sino el resultado de un trabajo y de un pensamiento que no se adaptan a lo que se exige en ese momento"? "una forma de trabajar y de pensar te distancian de una comunicación que otros podrían entender".

Pero ahora la pintura de Lisardo ha llegado a ese momento "otro" y vuelven a ella las palabras. Seguro que galeristas, críticos y aficionados al arte esperarán con interés su próxima exposición.

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