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Memorias de un asesino

La vida de Israel Rank, el personaje que Roy Horniman construye en una forma directa pero cargada de sutileza psicológica y ricos diálogos

Roy Horniman (Gran Bretaña, 1854-1930) no fue un tipo que prefiriese, ante los inconvenientes de la vida, sentarse en su mecedora, fumar una cachimba, perder la vista en el horizonte o deleitarse con música clásica o prosa ligera o de la que hay que mascar. Al contrario, la contemplación del mundo no era lo suyo. De ahí que, con sesenta años, se alistase en un batallón de voluntarios y emprendiera rumbo a las trincheras de la I Guerra Mundial, donde ejerció de tirador de élite. Por entonces ya era un novelista y dramaturgo afianzado, pero después de la contienda se consolidó como editor y hasta fue el propietario de la revista Laides Review. A lo que sumaremos que perteneció al comité británico del Congreso Nacional Indio y dirigió el Criteriom Theatre, donde estrenó muchas obras teatrales, principalmente adaptaciones de sus novelas. Sin embargo, lo que le encumbró al Olimpo de los mejores escritores de narrativa negra de comienzos del siglo XX fue Memorias de un asesino. Israel Rank (1907). Obra que por primera vez podemos saborear en castellano, gracias a la excelente traducción de Susana Carral y a la editorial Reino de Cordelia.

Antes de sumergirnos en algunas curiosidades de esa novela y del efecto que provocó en la sociedad, nos detendremos un momento en la trama y sus personajes. Sobre el argumento, comenzaremos con que nuestro protagonista, Israel Rank, es el hijo de un judío y de una mujer aristocrática. Su padre muere cuando apenas es un niño y conoce la pobreza y las dificultades por ser hijo de judío en la sociedad británica de finales del XIX. Sin embargo, es un superviviente en la sociedad que le ha tocado vivir. Un día revisa el árbol genealógico de la familia de su madre, los Gascoyne, y comprueba que para recibir el rango de Lord Gascoyne y todas las propiedades, solo tiene por delante de él, en la línea sucesoria, a siete personas. Es ahí cuando urde el plan para irlos asesinado y heredar el título y las propiedades.

La manera de narrar los hechos es idéntica a la que empleó James M. Cain, veintisiete años más tarde, en El cartero siempre llama dos veces: en primera persona, en forma de memorias, sin sentimiento de culpa y desde el presidio esperando la ejecución. Si la obra de James M. Cain se caracterizó por la violencia contenida en sus páginas, las escabrosas escenas sexuales, la economía de recursos, la ausencia de descripciones psicológicas de los personajes que solo se definían por la acción y por austeros diálogos; la de Roy Horniman es todo lo contrario: aunque hay violencia se pasa de puntillas sobre ella, las escenas sexuales se insinúan, se introduce en la psicología de cada personaje, los diálogos son más ricos y los protagonistas se definen por lo que dicen, piensan y ejecutan.

Ambas obras se van a diferenciar, además, en la suerte que corrieron sus diferentes adaptaciones cinematográficas: si El cartero siempre llama dos veces era un claro reflejo de la novela en cualquiera de las diferentes versiones; Memorias de un asesino no tuvo igual suerte. La adaptación cinematográfica de 1949, Kind Hearts and Coronets (Ocho sentencias de muerte), con Alec Guinness interpretando ocho papeles diferentes, debió modificar el origen del asesino, pues no podía ser judío después de lo ocurrido en la II Guerra Mundial, y pasó a ser italiano con el nombre de Louis Mazzini. En 2013, se realizó en Broadway un musical inspirado en la novela, A Gentleman´s guide to love and Murder, que recibió el premio Tony, y, curiosamente, el asesino amoral pasó a ser de origen latino, Monty Navarro. Es la moda en estos momentos en la cinematografía: los malos son latinos, sino que se le pregunten a nuestros actores en Hollywood. Todo ello, en el caso que nos ocupa, para que la obra no fuese tachada de antisemita. Ay, lo que tiene uno que ver y oír.

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