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arte

La naturaleza visionaria y ambivalente de Morgan Bancon

Una personal conceptualización del paisaje para relacionarlo con la realidad desde la extrañeza

Morgan Bancon, ante una de sus obras.

Hubo un tiempo en el que los artistas identificados con los planteamientos plásticos contemporáneos se resistían a pintar paisajes por considerar que ese género era poco compatible con la modernidad, necesariamente convencional y aburrido. Luego comprendieron que el problema no estaba en el género del paisaje, sino en la manera de conceptualizar el paisaje, como en definitiva sucede con toda la pintura y quizá en su caso con posibilidad de mayores libertades en su tratamiento, frente por ejemplo al bodegón y no digamos la figura, de modo que se plantearon nuevas y personales formas de configurar la naturaleza a partir de la imaginación y la memoria, cosas con las que siempre trabaja el artista aunque tenga la naturaleza delante.

Morgan Bancon (París, 1982), pintor francés muy ligado a España, es un buen ejemplo de lo dicho. Expone ahora en la nueva galería de Guillermina Caicoya, que para quien no esté aún informado está en el número once, bajo, de la calle Principado, una obra en la que experimenta la pintura de paisaje como una sugestiva e ilusoria entelequia, una rareza geológica, una visión distanciada de la naturaleza suspendida en el tiempo y el espacio, como en una secuencia onírica que mantiene relaciones con la realidad naturalista pero caracterizadas por la extrañeza.

Pinta partiendo de modelos que manipula para sugerir formas elementales como referencias paisajísticas tridimensionales, sustituyendo por la información cultural la inspirada por la naturaleza, lo que no impide que el espectador experimente luego las sugestiones del sentimiento poético o romántico del paisaje ante la obra pintada, contemplada con la memoria tanto como con la vista. De modo que vemos con estético placer estas pinturas que transforman lo real por otra realidad visionaria y ambivalente.

Conceptualizado de este modo el paisaje, luego en su traducción a lo pictórico resultan las pinturas de Morgan Bancon al mismo tiempo austeras y sensuales, en sus elegantes y expresivas simplificaciones formales que, con larga pincelada y armonioso cromatismo, configuran masas de evocación montañosa, poderosos volúmenes, muy estudiados en sus relaciones, y en la diferenciación entre planos y límites para lograr un grato equilibrio y consistencia compositiva. Podemos verlos, bien asentados sobre la superficie del cuadro, tanto como montañas o como extrañas presencias, en cierto modo maniquíes de la naturaleza ominosamente atractivos, y en ese caso emparentados con la pintura metafísica, que se alimentan de la luz y del espacio marcando su territorio en un paraje del que han sido excluidos los árboles. Paisajes que, vistos de otro modo y en su monumentalidad, teatralidad y arquitectónica solidez, también nos pueden recordar a los de Vaquero Palacios.

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