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Papel y ciber

La comunidad musical se organiza en la red ante la invisibilidad mediática tradicional

En anteriores ocasiones he comentado cómo la música clásica ha quedado como un fenómeno cultural marginal en los medios de comunicación generalistas, sin apenas artículos previos de su actividad, ni críticas una vez realizados los espectáculos. Con algunas excepciones, como este diario, sólo se habla de música clásica cuando se asocia a algún suceso extraño (tipo freak -como que caiga algo en un escenario o asuntos similares y anecdóticos- para entendernos) o si se trata de algún intérprete muy famoso y cuya popularidad excede los circuitos más tradicionales. En el día a día la música es invisible de forma inexplicable. No se entiende que los diarios den la espalda a una realidad a la que acuden miles de espectadores que, además, son lectores de prensa. El ámbito de la música clásica en una ciudad como Oviedo mueve más de ciento cincuenta mil asistencias por año. Y eso contando por lo bajo, con lo cual la pérdida económica de esa carencia informativa hasta desde el punto de vista empresarial chirría.

Este pasado fin de semana se reunió en Oviedo el jurado de los Premios Campoamor, del cual tengo el honor de ser secretario, y lo que constataban los miembros del mismo es la carencia que se observa de críticas en los medios tradicionales y el auge que se está experimentando en la red. Es lógico. Ante la falta de respuesta, los profesionales y los melómanos se han organizado al margen de la prensa y están floreciendo revistas y páginas especializadas con importante nivel de calidad y que, además, a medio plazo, estoy seguro han de generar un nuevo modelo de negocio que acabe siendo beneficioso para todo el sector.

El mundo de la ópera ha sido el primero en renovar su forma de acercarse al público, empleando redes sociales y también las posibilidades que dan las retransmisiones de algunas funciones a través de los cines o de internet. También algunas orquestas sinfónicas han iniciado este trabajo con buenos resultados y a las publicaciones que buscan contar todo lo que está pasando en este ámbito se unen otras en las que las retransmisiones son el principal atractivo a nivel global. De ahí que la publicidad también se haya desplazado a donde obtiene más rentabilidad con los verdaderos interesados en el proceso musical y sin los tremendos recortes informativos que se producen en el papel. A medio plazo ganarán más peso los canales directos de comunicación y para que esto suceda es clave que se genere un importante caudal informativo desde los propios centros -orquestas, teatros- hacia sus asistentes. La divulgación será, por tanto, la principal herramienta ante una sociedad que, como la española, ha visto cercenado su derecho a tener una educación musical adecuada, a la altura de otros países europeos. Es un reto y requerirá un esfuerzo importante que ha de implicar a las instituciones públicas en su conjunto. Ahí los medios en la red serán la clave. Los tradicionales hace tiempo que iniciaron el camino al precipicio cultural; aunque bien pensado ese abismo ya lo abrieron hace tiempo con un rosario de errores al que todavía le quedan bastantes cuentas por pasar.

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