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estudios literarios

El mejor cervantista

En memoria y homenaje de Anthony Close

El mejor cervantista

Quienes trabajamos con Cervantes somos afortunados por hacerlo con un autor no solo de su calidad literaria sino, sobre todo, humana. Sus escritos trasparentan con frecuencia su actitud humanitarista, antidogmática, comprensiva de las debilidades humanas. Quienes nos hemos dedicado a Cervantes en los últimos años somos doblemente afortunados porque eso nos ha permitido conocer a Anthony Close, la persona en quien podíamos ver reflejadas las virtudes humanas de nuestro escritor más apreciado. Anthony no solo ha sido el intérprete más perspicaz de Cervantes en los últimos años sino quien mejor representaba esa misma actitud vital, generosa y noble.

Su gran pasión, sin duda, había sido Cervantes y, en ese campo, se había convertido en el estudioso de mayor prestigio, el de más amplio reconocimiento. Su libro La concepción romántica del "Quijote" había sacudido los cimientos de la crítica cervantina, despertándola del marasmo al que la complacencia o el mero fetichismo la habían conducido. En él explicaba las diferentes interpretaciones del Quijote como hechos de naturaleza histórica, condicionados en cuanto tales por la ideología de un tiempo dado, y cómo, a partir del Romanticismo, un buen número de interpretaciones, incluyendo las predominantes hoy en día, tienen como base de partida los estereotipos simbólicos creados por los románticos alemanes, los estereotipos que convierten al Quijote en un mito que cobra vida con independencia del texto de Cervantes (y, con frecuencia, contra el texto de Cervantes).

Después de aquel libro fundamental, vendrían otros libros y estudios, como Cervantes y la mentalidad cómica de su tiempo, en los que Anthony ofrecía siempre el análisis más perspicaz y certero de aspectos o pasajes del Quijote, a la vez que demostraba ser el mejor conocedor de la literatura del Siglo de Oro en su conjunto. Su atención se dirigió no solo a Cervantes, sino también hacia otros muchos autores, publicando trabajos extraordinarios sobre Garcilaso, Mateo Alemán, Tirso de Molina, Gracián (por no hablar de sus estudios sobre autores contemporáneos como Foucault y Salman Rushdie). En Cervantes y la mentalidad cómica de su tiempo (en el que puse todo mi empeño para que se tradujera al español, al igual que en sus otros libros), se revela un excepcional conocimiento de la literatura de la época, de los prosistas y de los dramaturgos, que es el que fundamentaba sus opiniones críticas.

Pese a los honores y reconocimientos, que le fueron llegando sin que los persiguiera, conservó siempre una envidiable juventud de espíritu, una admirable actitud de aprender, de escuchar a los demás y de mantener encendida la llama de la discusión intelectual. Sus estudiantes y sus colegas tuvimos ocasión de comprobar su infatigable interés por las ideas de los demás, su repudio de cualquier forma de vanidad o autocomplacencia.

Mi participación en el primer congreso cervantista al que asistí tenía como una de sus más importantes motivaciones la oportunidad de conocer a Anthony. Sus trabajos ejercían sobre mí una fascinación bien diferente de la de cualquier otro cervantista. Tratarle en persona me permitió apreciar que sus virtudes personales sobrepasaban con mucho la admiración que había despertado en mí como estudioso. Después de ese primer congreso, tuve la fortuna de coincidir con él en diferentes congresos y coloquios, en sus visitas a Oviedo o las mías a Cambridge, en nuestra cita anual en el doctorado de Valladolid, donde teníamos oportunidad de dialogar sobre Cervantes a lo largo de varias semanas en el despacho que compartíamos, conversaciones que se prolongaban en las comidas y las cenas.

Anthony sentía especial predilección por la Universidad de Oviedo y por la Cátedra Emilio Alarcos. Aquí tenía amigos con los que se sentía bien, a salvo de adulaciones y formalismos que rehuía con desagrado. Había venido como profesor visitante al programa de doctorado "Cervantes y Europa" y volvería después en frecuentes ocasiones. Su última estancia había sido para inaugurar el seminario "Cervantes y los cauces de la novela moderna", en la que sería su última conferencia antes de su fallecimiento.

La admiración que suscitaba no había modificado lo más mínimo su llaneza y humildad, bien lejos de cualquier tentación de divismo. Su conducta fue verdaderamente ejemplar. Venía a Oviedo desde Londres, cuando no había línea directa, en vuelo barato a Bilbao y allí en autobús hasta Oviedo, rechazando el billete por Madrid que le ofrecía. En otra ocasión hizo un viaje en tren de casi doce horas desde la localidad malagueña de Frigiliana para no ocasionar excesivos gastos a la Cátedra Alarcos con el billete de avión, pese a mi insistencia.

Anthony era para mí el modelo intelectual, el maestro con el que conversaba horas y horas sobre todos los temas, en especial Cervantes, claro. Pero también el amigo generoso, la persona entrañable, vitalista, jovial y bondadosa, a la que nunca podremos olvidar. El rigor de sus opiniones y la seriedad con que las defendía ocultaban a una persona jovial y bromista, llena de bondad. Los correos que intercambiábamos estaban rebosantes de ironía y trufados de citas cervantinas, como si los dos estuviéramos viviendo en el ámbito de ficción de nuestro genial novelista.

Fue para mí el mejor y más decisivo mentor intelectual. Quien me proporcionaba las opiniones más sabias y sensatas, a la vez que se convertía en el mejor modelo de conducta, con su humanidad y nobleza y también con su integridad y desprecio de intrigas o aspiraciones de medro. Su ejemplo será el modelo que estará siempre presente en mi ánimo, del mismo modo que nunca podré olvidar al amigo cordial con el que compartí muchos momentos placenteros en circunstancias bien diversas, académicas o mundanas (como nuestras caminatas por los Picos de Europa).

Los intelectuales del Siglo de las Luces defendían que había que reconocer a las personas de mérito, no a los que más títulos poseían sino a los de mayores virtudes, públicas y privadas, para que los demás hombres tuvieran un modelo cívico y humano por el que guiarse.

Algo parecido estamos haciendo aquí hoy. No solo recordamos a Anthony sino que también evocamos sus virtudes cívicas y humanas porque siguen siendo la mejor guía en nuestro inseguro caminar.

(Reproducción parcial de las palabras pronunciadas por Emilio Martínez Mata en el acto de homenaje a Anthony Close organizado por la Cátedra Emilio Alarcos).

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