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El testigo insomne

La lucha infinita de Primo Levi por mantener vivo el recuerdo de la ignominia

El testigo insomne

Fue la pediatra y psiquiatra Luciana Nissim Momigliano, judía turinesa y partisana durante la guerra en Valle de Aosta, quien definió mejor que nadie las atribuciones del superviviente de los campos de exterminio, su lugar exacto en la economía de la culpa y la responsabilidad: "Era muy consciente de que el hecho de haber sobrevivido a Auschwitz habría de darme siempre más deberes que derechos". Estas palabras sientan a Primo Levi como un guante. La obra del escritor italiano admite ser contemplada como la plasmación de esta tesis, como la lucha infinita y a menudo ingrata por mantener encendida la antorcha de un deber nunca sencillo: el del recuerdo.

Levi agrupó y preservó esta memoria de las matanzas y la ignominia en tres libros inolvidables, que forman parte del acervo más precioso de la historia reciente de la humanidad: Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados. Pero su labor de escrutinio y preservación de la dignidad de los humillados no acaba con estos títulos. Así fue Auschwitz, volumen publicado este mismo 2015 en Italia, recoge una serie de testimonios que Levi fue dando a la imprenta, a la prensa o promoviendo en conferencias, homenajes y otros eventos desde la tempranísima fecha de 1946 hasta el año 1986, pocos meses antes de su muerte. Aunque el motivo de estos textos es solidario (el relato pormenorizado de la experiencia del horror), su plasmación es diversa. Por ejemplo, el primero y más largo de los textos, escrito en colaboración con el médico Leonardo De Benedetti, el Informe sobre la organización higiénico-sanitaria del campo de Monowitz, es un encargo del Gobierno de la Unión Soviética a los supervivientes italianos, y puede considerarse uno de los primeros testimonios existentes acerca de la vida cotidiana en los campos. Junto a este documento clínico, redactado con un desapasionamiento que lo hace aún más impresionante, aparecen declaraciones para procesos contra nazis célebres (Josef Mengele, Rudolf Höss), diálogos con interlocutores inesperados (la respuesta de Levi a una niña de 12 años que había escrito a La Stampa preguntándose cómo comportarse ante la evidencia de que su padre había sido un fascista) o textos que resucitan las condiciones de la guetificación y posterior deportación de los judíos italianos a los escenarios de la muerte.

La estatura de Levi como referente tiene que ver con su intransigencia, con su honestidad, con su valor. También, por descontado, con su descarnada sinceridad. "Somos hombres, pertenecemos a la misma familia humana a la que pertenecen nuestros verdugos. Somos hijos de esa Europa en la que se encuentra Auschwitz: vivíamos en ese siglo en el que la ciencia se vio doblegada, y dio a luz a las leyes raciales y las cámaras de gas. ¿Quién puede decirse convencido de ser inmune a la infección?". Conviene no olvidar estas líneas de Así fue Auschwitz y su última, inquietante pregunta. Tampoco tal día como hoy, un 24 de diciembre que se quiere de buena voluntad.

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