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Jorge Nava, ahora un clásico contemporáneo

En la acción, fragmentación y encaje de formas y colores, su pintura revela una interesante y personalizada versión de la moderna abstracción

Jorge Nava, ahora un clásico contemporáneo

Jorge Nava, un artista que desde el comienzo de su trayectoria adoptó un estilo decididamente figurativo, y hay que añadir que con una figuración provocativamente perturbadora y siniestra en lo conceptual y en lo formal atípica y tendente a la reinvención en cada nueva exposición, puede que haya encontrado a juzgar por esta última un lenguaje más unificado, plásticamente más coherente y de mayores posibilidades de desarrollo. Una serenidad y compromiso con la pintura que parece pasar, con él no se puede asegurar nada, por dar protagonismo en ella, con mucha presencia y peso específico, a una sedimentada y personal versión del expresionismo abstracto, como correctora de sus anteriores estéticas más o menos brutalistas o necrófilas y también inestables. Ahora el manto de gestos, manchas y signos cohabita en armonía compositiva con ocasionales anotaciones figurativas de su imaginario.

Cuando en el 2007 fue seleccionado por la muestra de Artes Plásticas del Principado presentó una serie de fotos en gran formato de rostros de atractivas modelos, convertidas en la manipulación plástica en repulsivas máscaras del desasosiego. Luego su exposición "El sótano" fue una desenfrenada exhibición de macabras y extravagantes escenas de horror, que pronto dio lugar, con "Seres vivos", a una serie de esqueletos atractivamente pintados y escenas de celebración de la muerte carnavalesca, jugando con la ironía del título y el añadido de una grandes "flores del mal", todo entre el kitsch, el pop y la surrealidad. Con lo último, "Remakes", asistimos a una reinterpretación de pinturas famosas sometidas a la experiencia de su fantasmagórica fantasía, aunque bastante fieles al modelo.

Estos últimos cuadros de Jorge Nava, agrupados bajo el título de "Vagos y maleantes", con el humor que nunca falta, pueden verse como uno de los más plausibles rumbos por los que discurre la actualidad de la pintura, un clásico contemporáneo por decirlo así en cuanto a la siempre recomendable relación con la historia el arte, y en su caso con las vanguardias del siglo veinte, pero también en tiempos en los que cada artista se ve obligado a crear su propio lenguaje y su personal estética, apuesta que resulta más difícil y arriesgada si se opta por una abstracción que hace tiempo rechazó el formalismo pero sigue reivindicándose como una de los medios más válidos de expresión y comunicación artística.

Grandes lienzos enigmáticos, también plásticamente agresivos pero ahora para una celebración de la pintura, no de la muerte, limitan campos pictóricos densos y barrocos que cubren apretadamente la superficie con manchas, drippings, trazos gestuales, signos y leves figuraciones. Constituyen un estallido de energía e intensidad cromática, aunque manteniendo el equilibrio compositivo basado en la capacidad del color para generar estructuras plásticamente sólidas. Proyectan un efecto continuado de acción y en la fragmentación y en encaje de formas y colores, aquellos retos tan bien resueltos por Pollock o Willem de Kooning, muestra Jorge Nava su aprendida lección de modernidad en la pintura.

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