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"Las novelas de tesis son malas, pero toda buena novela tiene una tesis"

-Solucionaba mucho. El monólogo interior clásico, que tanto se ha experimentado en el siglo XX, está muy desgastado y con frecuencia resulta tedioso si no llevas cuidado. Busqué una fórmula alternativa y pensé que uno podría hablar consigo mismo en forma de entrevista. Lo curioso es que me encontré con mucha gente que para esa comunicación interior imagina que la entrevistan en programas de gran audiencia. La primera vez que hablé del libro en el programa de Gemma Nierga ella confesó, en un momento fantástico de radio, que cuando era adolescente se metía en la bañera, apoyaba los brazos en los bordes y se imaginaba que era una nadadora famosa, que acababa de ganar un premio importantísimo y que la estaban entrevistando para la televisión. Con estas experiencias me di cuenta de que mi intuición funcionó. Si el modo de monologar de la gente de mi edad procede de la literatura, el monólogo de hoy está marcado por la televisión. Un medio que es un emisor de cultura -buena o mala ya es otra cosa- y en un mundo en el que imperativo es "muéstrate hasta en lo más íntimo" no resulta extraño que hayan cambiado también los modos que tenemos de hablar con nosotros mismos.

-En algún momento ha dicho que "Desde la sombra" es su novela más política. ¿En qué sentido?

-Eso fue porque alguien sacó a colación el asunto del compromiso político del escritor, que es algo recurrente, sobre todo en tiempos de crisis. Yo defiendo que las novelas con una tesis muy explícita no tienen que ser necesariamente las más políticas. Por lo general, las novelas de tesis son malas, pero toda novela buena tiene una tesis. Bajo la apariencia de una novela de género fantástico o de misterio puede haber más carga política que en un obra muy comprometida con la situación del momento. Mi novela, que tiene esa apariencia de fantástica, al final describe un mundo, una sociedad y una forma de relacionarse que admite una lectura política o de denuncia sobre esa forma de relación a la que nos hemos visto abocados por nuestra propia actuación. A veces las novelas más fantásticas son la que admiten una lectura política más duradera.

-La realidad siempre gana. El reportaje más reciente de Gay Talese es sobre el dueño de un hotel que reformó el edificio para poder espiar a sus huéspedes, lo que hizo durante décadas.

-La verosimilitud en la literatura y en la realidad son cosas muy diferentes. La realidad no tiene la obligación de ser verosímil porque cuenta a su favor con el hecho de suceder. Cuando empezó a conocerse el libro me comentaron que el Japón sucedió algo parecido. Una mujer vivió durante un mes en el armario de un soltero. El hombre empezó a notar algo raro, como que le faltaban cosas de la nevera. Colocó cámaras y se encontró con que la mujer salía del escondite cuando él se iba a trabajar.

-La novela tiene una pequeña conexión asturiana, que no vamos a revelar para no reventar el final. ¿Sus habituales estancias en Asturias le sirvieron para cerrar la narración?

-Fue un suceso que leí en LA NUEVA ESPAÑA aunque pasa casi todos los veranos. Yo ya lo tenía en la cabeza pero siempre tranquiliza ver que en la realidad ocurre aquello a lo que recurres en tus historias.

-Con esa ambigüedad de género que tienen sus comentarios periodísticos ¿qué cree que podría observar si pudiese seguir desde el interior de un armario esas negociaciones políticas que no llevan a ningún lado?

-Más que verlo desde un armario tendríamos que encerrarlos a ellos dentro y no dejarlos salir hasta que no lleguen a un acuerdo.

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