La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lo que hay que ver

Los corazones más oscuros de los hombres

Goliath, un drama televisivo de tribunales lleno de intriga y maldad

Los corazones más oscuros de los hombres

Pido la colaboración del lector para que me explique por qué una serie tan entretenida como Goliath se ve en un suspiro anhelante pero, sin embargo, deja el sabor de boca de que algo no ha cuajado del todo en el pastel. Tiene los ingredientes necesarios para seguirla sin demasiado esfuerzo desde el sofá y desear que no acabe: drama legal y de tribunales (los abogados de un bufetucho contra los abogados de un bufetazo); intriga en cada episodio; conspiración armamentística; muertes en cada episodio; malo malísimo (William Hurt, enorme, cara y cuerpo quemados, viviendo en penumbra, la venganza como motor); finales de episodio sorprendentes que te hacen abalanzarte sobre el siguiente sin demora; malas malísimas; dudas sobre si el bien habrá de triunfar al fin sobre el mal; canción inicial del grupo Silent Comedy, la que pide "¡Oh, Dios mío, ayúdame!": canción usadísima, por cierto, para mogollón de historias de cine y tele. Incluso una sala de tribunal diseñada por un Nobel del kitsch. Todo listo, pues, para el entretenimiento. Además, que el protagonista sea Billy Bob Thornton, aquí como abogado de pasado brillante, suma puntos para quienes no solo lo veneramos (en Sling Blade, en Un plan sencillo, en El hombre que nunca estuvo allí, en la colosal 2ª parte de la Fargo serie?) y perdonamos casi todos sus petardos, sino que aguardamos que sonría (o muestre esa mueca que sabe componer) y llene la pantalla con su cínica dentadura. Y sin embargo?

Y, sin embargo, queda cruda la serie. La ayudante de Thornton está desbocada, sí, pero se controla de repente sin que sepamos bien el porqué. La hija de nuestro hombre, sobra en la historia. Su exesposa (que trabaja para el enemigo y se acuesta con la fría y diabólica Molly Parker) no sabemos si va o viene. La secretaria que contrata es irrelevante en la trama. La prostituta por horas que le echa una mano jurídica (sic) ni se aclara ni se nos aclara. Los dos latinos que presencian y sufren la explosión inicial (sic) más que delincuentes taimados parecen tardos. Por la parte contraria, salvo Hurt, salen unos cuantos imbéciles inútiles más que criminales sin escrúpulos. Incluso la joven ambiciosa Olivia Thirlby no sabemos si es boba o le ha vaciado la cabeza algún psicoanalista perturbado. Estoy por decir que solo el juez es un personaje de una pieza: tonto total siempre. Pero, claro, está Billy Bob, aunque? Alcoholizado, pero con control total; desastrado, aunque cuidadoso; despistado sin dejar de estar a la que salta; fumador con resuello suficiente. En algunos capítulos me dio la impresión de que el guión se iba haciendo a tirones y sobre la marcha por parte de un grupo de guionistas agobiados por otros trabajos. Ahora bien, amoralidad a tope (más que inmoralidad); rencores ubérrimos cuyo origen ignoramos (quizá porque ni sus protagonistas lo recuerden); ambición de poder a puñados; el humilde frente al poderoso: David contra Goliat. De todo, insisto, para que el espectador se identifique y quiera que ganen los buenos sin que tampoco sea que simpatice con su proceder: muy forzado. En fin, que como cantan los rockeros del inicio el corazón de los hombres es oscuro, la redención acaso imposible y las corporaciones multinacionales matan a su madre si ello menester fuere para chapotear en su miseria. O sea, que se va a ver mucho aquí y a triunfar acaso y quién sabe si a abrir una segunda temporada. Y sin embargo?

Compartir el artículo

stats