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La adversidad y el triunfo

Graham Swift domina el gran orden narrativo en El Domingo de las Madres, una novela de enorme intensidad, tan concisa como deslumbrante

La adversidad y el triunfo

A sus 67 años, Graham Swift probablemente no sea el autor más conocido de la prodigiosa generación británica de escritores que encumbró a Julian Barnes, Ian McEwan, Martin Amis, Kazuo Ishiguro y Salman Rushdie. Pero sí un grandísimo narrador, de prosa deslumbrante y precisa, dueño de situaciones conmovedoras en las que comparte la elegancia literaria con el brío de la propia historia. El Domingo de las Madres, cuya traducción acaba de publicar Anagrama, es un ejemplo de ello: una novela triste y hermosa sobre la adversidad y el triunfo, que funciona con el mismo esquema, el "érase una vez", de los cuentos de hadas que llevan a sus protagonistas por el camino de la felicidad y los desvíos de la desdicha. En apenas 160 páginas, el perfecto orden narrativo permite al lector viajar del presente al pasado y detenerse en los acontecimientos de la jornada que marca el devenir de esta historia: el 30 de marzo de 1924.

Es el cuarto domingo de Cuarema, el Domingo de las Madres, una fecha tradicional inglesa en la que las criadas regresaban a sus casas para visitar a la familia. Por ese tiempo florecen los primeros narcisos y con un poco de suerte brilla el sol, igual que sucede en la novela de Swift. Los servidores gozan de un día libre y de algo de dinero para ofrecerles regalos a sus progenitoras. A J ane Fairchild, los Niven le dan media corona, pero como es huérfana y no tiene parientes a quienes visitar monta en su bicicleta y se dirige a la casa cercana de los Sheringham, donde Paul, el único hijo de los vecinos que sigue vivo después de la guerra, la lleva directamente a su habitación para pasar una mañana feliz haciendo el amor. La pareja mantiene una relación clandestina desde hace siete años al margen de las enormes diferencias de clases en la Inglaterra de principios del siglo pasado. Pero no hasta el punto de atreverse a romper las barreras que les separan: Paul tiene una prometida de su misma condición social que espera casarse con él en sólo dos semanas.

Pasados los años, Jane recuerda con emoción aquel día; el relato prosigue en círculos cada vez más amplios, que el autor traza una y otra vez para examinar la misma acción o el pensamiento de su protagonista, al mismo tiempo que le abre los ojos al lector sobre el giro que se está produciendo en la historia. La joven sirvienta se levantará de la cama que ha compartido con su amante para ir en busca de una nueva vida. Más tarde la vemos como una escritora de renombre internacional que ha recorrido un largo camino hasta convertirse en una anciana de 98 años, después de haber visto dos guerras mundiales, los reinados de cuatro monarcas y una reina. De hecho, como recalca Swift, casi dos reinas, ya que debieron de engendrarla por los pelos en la época de Victoria. "Engendrada, y luego olvidada".

Las repeticiones de las secuencias en la novela forman parte del flujo poético melancólico con que Swift pretende barrer el tiempo y llevarnos de nuevo a un comienzo. No sobran, sin embargo, las palabras, ninguna está escrita en vano. El autor de El Domingo de las Madres pretende ser conciso y no sucumbe a la tentación de alargar innecesariamente la historia cuando el personaje de Jane Fairchild, como todo lector comprobará, serviría perfectamente para protagonizar una novela río. Afortunadamente consigue el efecto contrario: una breve y delicada armonía entre la indiferencia de la voz narrativa y la emoción que sabe transmitir a través de las páginas. En cada una hay literatura de alto voltaje.

Por un lado, está la identificación narrativa con los viejos romances de la tradición que floreció en la Edad Media, los cuentos inverosímiles de caballeros y damas; por otro, la verdad histórica social de Inglaterra que Swift capta de modo eficaz, marcando la distancia entre los servidores y los señores a los que sirven, para finalmente resaltar entre ellos los valores atípicos de Jane. Como en los cuentos dichosos, existe la posibilidad de sobreponerse a la tragedia y ser feliz.

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