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La brújula

Descomunal tarea de héroes para un apocalipsis

Los amantes de las distopías de largo recorrido están de enhorabuena. El mundo que vimos desaparecer tiene todos los recursos narrativos que puedan desear: fantasía, ciencia-ficción, horror, humor, misterio, inmundos recovecos políticos y hasta piratas y ninjas se dan cita en esta historia que acaba siendo un canto agridulce al heroísmo y al amor. Imaginen que el mundo tiene una columna vertebral hueca, el tubo de Jorgmund. E imaginen que, de repente, está en llamas. Habrá que contratar a un grupo de apagafuegos, a ser posible con experiencia en operaciones especiales. Dicho y hecho: el viaje iniciático acaba de comenzar y, como tal, es una ventana al entretenimiento pero también a la revelación. Nick Harkaway (1972), de quien, para no restarle méritos, debería decirse bajito que es hijo de John Le Carré, se estrena entre los lectores españoles con la que fue su primera novela (2008), una minuciosa historia de anticipación que dice mucho sobre este pantano en el que nos debatimos.

La novela maldita que Joy Williams sacó a destiempoEl hijo cambiado La novela maldita que Joy Williams sacó a destiempo

(1978) ha quedado como la novela maldita de la estadounidense Joy Williams. Tras haber entrado con fanfarrias en el panorama literario -su primera novela, Estado de gracia, quedó finalista del "National Book Award" el año que lo ganó Pynchon con El arco iris de gravedad-, Williams se encontró con que su segunda propuesta era rechazada. Sencillamente, había llegado a destiempo. La historia de Pearl, una joven madre alcohólica que intenta escapar de la isla poblada por niños feroces en la que está atrapada, resultó demasiado lírica, mágica y psicodélica para una sociedad que, corría 1978, estaba buscando sacudirse las conmociones de los quince años anteriores con un cóctel de glamour, dinero y cocaína. Por fortuna, el lector en castellano ya conoce Estado de gracia y la impresionante Los vivos y los muertos, lo que le sitúa en posición inmejorable para disfrutar de una novela, tan surrealista como posmoderna, en la que Williams vuelve a demostrar toda su maestría.

Huida al norte de una mulata sudafricana en línea de fuego

Mujer, mulata, sudafricana. Son los vértices del duro triángulo vital que delimita la vida de Bessie Head (1937-1986), una relevante narradora desconocida en España. Nacida en el psiquiátrico donde estaba encerrada su madre blanca, tuvo una infancia agitada, entre adopciones y orfanatos, que desembocó en una primera juventud de activista y periodista pionera. De equilibrio psíquico siempre frágil -murió de una hepatitis causada por su alcoholismo-, hacia los 27 años se exilió en la vecina Botsuana, colonia británica agrícola y ganadera. Esa huida al norte, y el posterior asentamiento, son los zócalos sobre los que eleva Nubes de lluvia, primera de sus novelas traducida al castellano. Sirviéndose de un alter ego masculino, cuyo contrapunto es un reformador agrónomo inglés, Head compone una historia de luchas de poder, tribulaciones femeninas y tradiciones opresivas que es a la vez poderoso instrumento de combate y espléndida pieza literaria que remueve las conciencias.

Memoria y juego de espejos, alegoría de la opresión kurda

Cuando, en 1990, el kurdo sirio Salim Barakat publicó su tercera novela, Las plumas, llevaba ya casi dos décadas sumido en el peregrinaje forzoso al que se ven condenados muchos buscadores de libertad. Barakat, que desde hace ya años ha encontrado reposo en la capacidad de asilo que todavía conserva Suecia, estudió en Damasco, emigró a Beirut, se refugió en Chipre del infierno de la guerra civil libanesa y allí dio a luz este magno juego de espejos entre la memoria, el doble y los sueños que, al fin, acaba siendo una alegoría de la lucha de un pueblo por su libertad. Escrita en árabe, Las plumas ya revelaba el esplendor de un estilista que se sirve de toda la imaginería de la tradición de Oriente Medio para alimentar una historia muy contemporánea en la que el lector haría mal en dar nada por sentado. Salvo que si sabe desplegar la paciencia recomendada por los sabios orientales encontrará una gratificadora salida a los nubarrones por los que se creía cercado en los primeros compases de la lectura.

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