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Danzad, blanquitos, danzad con el imparable virus negro que creció solo

Mumbo Jumbo, de Ishmael Reed, o la alucinante génesis de un discurso emancipatorio propio

En pleno Renacimiento de Harlem, principios de los años 20, un extraño virus se extiende veloz por EE UU y Europa. Lo llaman el Jes Grew, transcripción de "Just grew", o sea, algo que simplemente crece, sin que se le conozcan modos o agentes. El Jes Grew afecta a decenas de miles de blancos y negros, e incluso a plantas y animales, y hace que su portador no pueda dejar de bailar. Bailar hasta la extenuación, con procaz desenfreno, rompiendo máscaras y sacando a la luz las fuerzas primigenias.

El Renacimiento de Harlem no es ningún artificio novelesco sino el nombre que se ha dado a la eclosión artística que, en forma de jazz, narraciones y pinturas, conoció durante esos años la comunidad afroamericana del gueto negro de Manhattan. En cuanto al Jes Grew, su trasfondo es el propio jazz y todas sus músicas hermanas, liberadas del enclaustramiento en tugurios después de que, en un rapto de puritanismo blanco, Nueva Orleans decretase el cierre de burdeles y garitos, y pusiese, literalmente, a los músicos en la calle.

Claro que el Jes Grew es algo más que jazz, es la semilla ideada por el afroamericano Ishmael Reed (Chattanooga, Tennessee, 1938) para vertebrar Mumbo Jumbo, una de las novelas más subversivas, alucinadas y posmodernamente sabias que ha generado la resistencia negra en EE UU. Reed, que, para situarnos, tenía 26 años cuando en 1964 se aprobó la Ley de Derechos Civiles, es escritor y músico, además de letrista, poeta, dramaturgo, ensayista, y de haber ejercido como profesor de escritura creativa en Berkeley durante tres décadas. Mumbo Jumbo (1973), la tercera de sus once novelas, escrita tras un viaje a Haití, fue la culminación de una trayectoria "underground" iniciada en Nueva York hacia 1962 y proseguida en California desde 1970. Estrenada en castellano en 1975, llevaba casi 40 años ausente del mercado, al que ha vuelto, en nueva traducción, gracias a la editorial La Fuga, que la enriquece con un poderoso prólogo de Juan Francisco Ferré.

Vamos con algo de trama. En esos EE UU de ley seca, gángsters y alegre desenfreno previo al gran "crash", deambula por Harlem Papa LaBas, doctor hudú (vudú haitiano en versión Nueva Orleans) que regenta la Katedral Mumbo Jumbo, nombre mandinga para el mago que ahuyenta a los espíritus dolientes. Papa LaBas, amigo de los Mu'tafikah, banda liberadora de obras de arte expoliadas por Occidente, está convencido de que el Jes Grew es una liturgia que necesita recuperar un antiguo texto para superar su condición de alocada pandemia y convertirse en arma definitiva de liberación de los negros.

Encontrar el texto no será la única ocupación de LaBas y sus aliados, porque, sobre todo, tendrán que luchar con el enemigo. El enemigo es el Atonismo (nada que ver con la tonalidad) y su brazo ejecutor, la Orden del Cardo, un selecto grupo de políticos, financieros e intelectuales que controla al "establishment", Casa Blanca incluida. La Orden del Cardo, alicaída tras la reciente derrota de los Caballeros Teutones en Europa, se encomienda a un prominente templario de apellido holandés que tiene una idea clara para acabar con el Jes Grew: anularlo mediante una revista sensacionalista, hecha por negros, que lo vacíe de contenido y lo asimile.

Este es el tablero y estas son las figuras con las que Reed, sobre el trasfondo de la ocupación estadounidense de Haití (1915-1934), armará el esqueleto de una partida en la que el vudú se amalgama con gotas de epopeya, ríos de novela de aventuras, fragmentos de informes y reportajes sociales, y rugientes ecos antiimperialistas. En las líneas de Mumbo Jumbo se escuchan registros que van desde madame Blavatsky al Fausto goethiano, el Tao o Juliano el Apóstata, pasando por el maligno Crowley, Freud, Jung y hasta el Gibbon de la Decadencia y Caída del Imperio Romano. Todo ello con una idea de fondo muy clara: no habrá liberación mientras las armas se carguen con balas del opresor.

Para Reed, la esclavitud afroamericana es de cuerpo y de espíritu, porque los blancos, en un ejercicio de colonización psíquica, han anulado el discurso de los negros, empezando por el más ancestral de todos, el religioso. De ahí el rechazo tanto a la redención por el cristianismo, por mucho angelito negro que pinte, como por el islamismo o el marxismo. Los negros tienen que reescribir su propia mitología y, ahí, Reed concede un papel clave al vudú y, más allá, al puro animismo preteísta y a todas las fuentes ocultadas de las culturas africanas. Porque, al fin y al cabo, puede leerse en Mumbo Jumbo, el blanco ha sentado en el diván del psicoanálisis al exorcismo negro, ha mutado el maleficio en pulsión de muerte y ha rebajado la posesión, el vehículo por excelencia de fusión con los loas (espíritus), a la categoría de un trastorno llamado histeria.

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