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Menuda pareja

La polémica entre Gerard Piqué y Sergio Ramos, reflejo de un clima futbolístico y social enrarecido

En un campo de fútbol, Gerard Piqué y Sergio Ramos forman una de las mejores parejas de centrales del mundo. Fuera no se entienden. Nada raro. Ven la vida de distinta manera y no tienen ningún problema en manifestarlo. A partir de ahí, todo el jaleo por las pullas de uno y los reproches del otro tienen más que ver con el clima social y futbolístico, con la repercusión mediática del fútbol, que con una "peleilla" entre compañeros de profesión. De algo hay que hablar entre partido y partido.

Lo peor de Piqué es su afición a meterse en todos los charcos. Lo mejor, su coherencia. Apeló a la libertad de expresión de la gente para silbarle, así en León como en Oviedo, tal como lo hiciera cuando le preguntaron por la pitada al himno. Lo mejor de Sergio Ramos es su espontaneidad, que le lleva a decir lo que siente en lugar de lo políticamente correcto. Lo peor, que no sabe en que país vive. En cierta ocasión se molestó porque los periodistas se dirigieran a los jugadores del Barcelona en catalán. "Ahora pregúntale en andaluz", dijo, quizá porque ignora que el Estado español tiene cuatro lenguas oficiales.

Además de defender sus ideas, los dos tienen el "inconveniente" de lo que representan para sus clubes. Nunca se podrá esperar de ellos un acto de generosidad como el que tuvieron en su momento Íker Casillas y Xavi Hernández, que tantos problemas les causó en sus casas, especialmente al madridista. Aunque todas las escopetas apuntan a Piqué, Sergio Ramos tampoco hace ningún favor a la selección cuando sale con reproches públicos a su compañero. Que se lo diga personalmente.

Según el carnet de identidad, Sergio y Gerard, Ramos y Piqué, son españoles. A partir de ahí entramos en el terreno de los sentimientos. Lo que debería importar a los futboleros es que cuando se ponen una camiseta, la de su club o la de la selección, cumplan con profesionalidad. Si dan un plus, mejor. Robert Prosinecki jugó con el mismo interés para Yugoslavia que para Croacia. Andy Murray dijo que votaría sí en el referéndum por la independencia de Escocia y sigue siendo aclamado cada vez que pisa la hierba inglesa de Wimbledon.

Ha llegado la hora de desdramatizar la situación para que el fútbol no se contamine de la política. Que la gente vea como algo normal, o por lo menos aceptable, que Gerard Piqué asista a la Diada o que Sergio Ramos luzca su gigantesca muñequera con la bandera española. Lógicamente, sería mejor que nadie pitase a nadie, que nadie descalificase a nadie por sentirse catalán, chino o asturiano. Porque si no podríamos encontrarnos con todo tipo de incongruencias. Por ejemplo, en el España-Francia del Mundial-2006, la afición francesa escuchó el himno español con absoluto respeto, mientras que buena parte de los seguidores de La Roja abroncó La Marsellesa. Seguro que muchos de esos son los que levantan la voz cuando le tocan lo suyo. ¿Qué es más grave, pitar a una canción o a una persona?

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