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Historias para no dormir

Pasados los primeros quince minutos del partido contra el Girona, un virus fatídico y conspiranoico se apoderó de mí. Me pasé la semana previa cruzando los dedos, improvisando sortilegios. La vida de un hincha puede llegar a ser una rara sucesión de ritos y excepciones. Vamos, un sinvivir. Como si de un terrorífico relato concebido por Narciso Ibáñez Serrador, yo temía del duelo del domingo un efecto contagio, un legado de la mala suerte, como si esta pudiese transmitirse. Pero, ¿a qué viene tanta angustia por mi parte? Uno no es responsable de sus miedos, más bien al contrario. O así trato de consolarme. No podía quitarme de la cabeza que la temporada pasada, el Girona fue uno de los protagonistas más fatídicos de la liga: ubicado hasta la última jornada en puestos de ascenso directo, dependiendo de sí mismo; desperdició dicha ventaja en un nefasto partido contra el Lugo. El efecto mariposa no se hizo esperar: le quedaba el consuelo de la promoción. No hubo manera, las cosas fueron de mal en peor. Total, que resultaron ser los grandes perdedores del 2014 / 2015.

Pasado el verano, tocaba reconstruirse. Restañar heridas. El clásico favorito que empezó con dudas, pero esto es tan largo... Por lo pronto, en su visita al Tartiere, fue el único equipo que nos ganó. Así que me dije: a ver si el azar (ese caprichoso y cruel narrador) nos ha elegido para traspasarnos el estigma que ellos padecieron en el pasado. Con tal decisión y circulación de pelota comenzaron el encuentro, que pensé en si la típica caraja del Oviedo en los primeros minutos de visitante no sería algo más que eso. En el fútbol, lo sé, las estadísticas, los datos, son lo único fiable. Aunque la reiteración a lo mantra de muchos de ellos puede volverse contraproducente: que si una racha de diez partidos sin perder, que si estamos a un suspiro del ascenso directo... Con toda esta sugestión me puse a ver el partido en Montilivi: que los Toché, Esteban y compañía me quiten los fantasmas de la cabeza , que conviertan esta historia para no dormir en una novela rosa. Al final, no llegó Corín Tellado, pero tampoco Stephen King. Fue una historia realista, casi costumbrista. El Oviedo sigue puntuando: lástima no haber ganado, pues se puso por delante con un penalti transformado por Susaeta.

Ya sé que a estas alturas debería acostumbrarme a una situación que no es pasajera: el equipo sigue ahí arriba, independientemente de su juego. Parece decidido a poner cama y cocina en los primeros puestos de la tabla.

Quizás el Girona no ha logrado reencarnarse. Quizás los tiempos han cambiado definitivamente y soy yo el que necesita atención, un giro a mi vida.

Tenemos cuarenta y tres puntos. ¿Ya estamos salvados matemáticamente?

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