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De cabeza

El equipo cortés

El Oviedo, cuando juega fuera de casa, deja a su rival que entre primero en el partido

La cortesía se paga más que se cobra. Y a pesar de ello, la prefiero al señorío: concepto con tufo a rancio y un punto de condescendencia. El Real Oviedo, en sus salidas lejos del Tartiere le ha dado por ser un equipo cortés, educado. Preocupado porque su rival entre el primero en el partido. Cediéndole la iniciativa... Vamos, todo un caballero.

En Mallorca alcanzó la sublimación de lo cortés. Hasta el punto de marcar un gol en propia meta. Pero es que la ocasión la pintaban calva: los bermellones cumplían cien años, el entrenador era alguien tan querido por nosotros como Fernando Vázquez. ¿Cómo íbamos a aguarles la fiesta? ¿Dónde se vio acudir a un cumpleaños y restarle protagonismo al agasajado? No íbamos a hacer lo de la canción de los Ilegales: llegamos a una fiesta sin estar invitados, nos comimos su comida, nos bebimos su vida... Bueno, mejor no sigo.

Para ello se tomaron las medidas adecuadas: durante la primera parte, que el balón no pase mucho por Míchel, que luego le da por filtrar pases y ya se sabe. Entremos en juego poco a poco, que vayan pasando los minutos. Que al Mallorca se le ve nervioso, atolondrado, sin un sistema de juego muy ajustado... Ya habrá tiempo tras el descanso de sacarles un poco los colores. Pero lo justo. Tampoco se trata de hacer sangre. ¿Y el árbitro? Pues que eche una mano, ¿no? Por ejemplo que nos expulse a un jugador. Dani, lo siento. Hoy te toca a ti. Y así, entre cortesías y protocolos, cuando nos dimos cuenta, habíamos perdido la imbatibilidad. La posibilidad de batir un récord. Qué imbatibilidad ni qué leches, diría el menos soñador. Lo que hemos perdido son tres puntos que podíamos haber ganado de sobra. Como nos tengamos que acordar de ellos al final...

La racha de imbatidos: lo único que sé de las rachas es que tarde o temprano se acaban.

El juego del equipo: hemos vuelto a la dinámica Jekyll & Hyde. El doctor apareció cuando ya era demasiado tarde. Creí ver su semblante tras los rostros de Borja Valle y Koné, pero estaba equivocado.

El gol en propia meta: el fútbol es un fino y cruel humorista. Tiene guasa que lo haya metido David Fernández, uno de los mejores centrales del campeonato.

El Mallorca: al bueno de Vázquez le queda trabajo por delante. Que los árboles del resultado final no le impidan ver el bosque de un equipo maltrecho.

El árbitro: me remito a lo que el míster Egea dijo en rueda de prensa: "casi nunca nosotros vamos a poner una excusa en los árbitros, porque sino los hacemos protagonistas y los verdaderos protagonistas son los futbolistas".

Lo del entrenador azul no es cortesía. Mucho menos señorío. Es más difícil de aprender. Aunque se puede. Se le llama elegancia. Saber estar.

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