Es de la escuela de donde vienen mis primeros recuerdos en azul. No en vano estudié en un colegio situado en el centro de Asturias, y eso forja el carácter. En el recreo jamás tuvimos que elegir equipos para jugar al fútbol. Yo no pasé por ese traumático trance de que dos "capitanes" vayan eligiendo primero a los mejores y dejando para el final a los "cojos". Ni si quiera nos retábamos entre clases. La división era fácil: los de Oviedo contra los de Gijón. ¡A cara de perro! Si por cualquier circunstancia en uno de los dos bandos ese día faltaban efectivos, era lo que había. A ningún insensato se le ocurría cruzar la línea del medio campo e irse a echar una mano a los de enfrente. No había normas. Solo Oviedo contra Gijón, y es que la rivalidad no se explica, no se razona; solo se sufre y se disfruta.

Si tengo que echar la vista atrás y descubrir el por qué de mi temprano oviedismo no puedo obviar la figura de mi padre. Mi madre siempre me dice que era mucho menos fanático que yo. Tendré que creerla. Pero no es menos cierto que un "paisano de los de antes" no acostumbraba a llorar y verlo en esa situación en el salón de casa cuando Sánchez Arminio decretó el final del partido del ascenso en Mallorca en 1988 es algo que a un niño de 8 años le marca. Lágrimas de felicidad, lágrimas de 13 años de lucha, lágrimas de oviedismo?

"El Chele" no sería tan fanático del Oviedo como su hijo, pero aún recuerdo cómo tras el descenso de Primera, nuevamente en Mallorca, recibí una llamada suya para preguntarme qué tal estaba; para animarme y que no me disgustara mucho. La llamada en sí no tendría mucha más historia si no fuera porque él estaba ingresado en el hospital consumiendo los últimos meses de su vida y la preocupación que tenía era que su hijo no estuviera triste por el descenso del Oviedo. Mismo hospital del que se escapó de su habitación para bajar a la cafetería sin avisar a nadie para ver un derbi que echaban por la televisión hasta que un doctor lo vio allí, vestido de calle, y le obligó de inmediato a regresar a su habitación. Mamá, si tú lo dices te creeré, pero un poco fanático también debía de ser?

¿Qué significa para mí el Real Oviedo? Significa alegrías sin control cuando veo a Kily marcar un gol al Mosconia, a Bango introducir el balón en su propia portería defendiendo la camiseta del Sporting o a Aulestia parar un penalti que tantísimo se hizo de rogar. Significa coger la televisión para tirarla por la ventana cuando Skuhravy marca en el último minuto, tener ganas de no volver al Tartiere cuando el Sporting B nos mete cuatro o llorar como un bendito cuando me obligan a escuchar el gol de David Fernández desde la calle, viendo desde fuera la tribuna del Carranza, con mi entrada en la mano.

Pero, ¿cómo explicar a alguien lo que significa el Real Oviedo para mí, si se circunscribe el amor a unos colores tan solo a lo que sucede en el rectángulo de juego? Explicar que su significado va muchísimo más allá es misión imposible. Quienes me conocen saben que si he conseguido "engañar" a una mujer y casarme es única y exclusivamente porque la he conocido en el Fondo Norte del Tartiere. Pero, sobre todo, es ser partícipe de una misma idea y de una misma locura con otros muchos que, como yo, hacen girar el universo en función de un escudo. Y esa idea la desarrollo con esa gran Familia que es Symmachiarii. Difícil de entender para muchos, imposible de renunciar para mí. El Oviedo es lo máximo, pero "los nuestros" son lo primero. Solo nosotros y quizás la familia de Marcos del Agua lo comprendemos; nunca ha sido nuestro punto fuerte el hacernos entender.

Sé que son miles los que comparten mi locura. No siempre pensamos igual, no siempre nos entendemos, pero cuando nos hemos unido hemos demostrado la verdadera grandeza de este club: su gente. Y que nadie confunda "unidad" con disciplina, con uniformidad de pensamiento. La unidad no se impone, se logra cuando trabajamos juntos por el Real Oviedo, porque creemos en ello, y es ahí, en la lucha sin cuartel, donde el oviedismo es invencible.

Sin lugar a dudas el Oviedo no es lo más importante de mi vida, es simplemente la vida que a mí me gusta vivir.