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El fútbol es un número

Más que un deporte, el fútbol es una ciencia aritmética, como se ha demostrado en los últimos enfrentamientos de la Champions. Ahora está en boga, por ejemplo, el tres, que es el número de delanteros con los que un equipo forma su "tridente" ofensivo. En puridad, tridente es aquello que tiene tres dientes, lo que acaso explique los impulsos vagamente caníbales de Luis Suárez, uno de los miembros del terceto de ataque del Barça.

Suárez ha ido perdiendo mordiente en el campo tras abandonar su vicio de hincar el diente al contrario; y eso se nota en su rendimiento. Tanto es así que los cronistas coinciden en que la eliminación del actual campeón a manos -o pies- del Atlético es resultado de la inapetencia de su tridente ofensivo. Parece ser que Messi, Suárez y Neymar han perdido el hambre de gol.

No solo se trata del tridente de tres, por más que esa cifra sea la que ahora mismo marca tendencia en los estadios. La devoción del fútbol por los números se expresa incluso en la disposición táctica de los jugadores sobre el campo. Lo más habitual es el 4-4-2 que alude a las líneas de defensas, medios y delanteros; pero también hay otras variantes que van desde el 4-3-3 al 4-5-1, sin excluir la novedosa formación "en rombo": una probable concesión a la geometría.

El mundo del fútbol es un número, entendido como espectáculo; pero sobre todo una cuestión que se resume en números. Las prolijas clasificaciones de la Liga recogen las jornadas transcurridas, el número de goles marcados y recibidos, los tantos que cada equipo marcó en su estadio o en los ajenos; y por supuesto, el número de puntos que define la posición de cada cual. A ello hay que añadir aún la exacta contabilidad de los encuentros ganados, empatados y perdidos e incluso el detalle de los goles marcados de penalti.

La pasión por la cifra hace que se multipliquen las listas. Hay una de goleadores destacados, que en España se llama Pichichi; y naturalmente otra de porteros más inexpugnables a quienes se premia con el trofeo Zamora. Otras de menor popularidad alistan a los que más y mejores pases dan; a los defensas que mayor número de avances interceptan o a los más diestros en el arte de cabecear la pelota al fondo de la portería.

Con tanto número en juego ya ni siquiera sorprende que la FIFA se haya atrevido a desafiar la aritmética convencional al adjudicarle doble valor a los goles marcados en campo ajeno -o "a domicilio"- cuando se trata de una eliminatoria a dos partidos. Un empate a dos puede convertirse así en un dos a tres de acuerdo con esta singular enmienda a Pitágoras introducida por las autoridades balompédicas.

Todo ello divide a los entrenadores entre los llamados "resultadistas", que priman el marcador sobre el juego; y los estetas que apuestan a favor de la belleza del fútbol, aunque no siempre se gane. En este debate, los hinchas -que son los que pagan la entrada y el abono a la tele- no tienen la menor duda. Quieren ganar a cualquier precio, aunque sea de penalti injusto en el último minuto.

Nada más lógico, una vez comprobado que el fútbol es un asunto de números tan vinculado a la matemática como cualquier otro juego gobernado por el azar y, en ocasiones, por el árbitro. Lo del tridente no pasa de ser una moda.

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