La pena es que fuera de aquí, en muchos sitios, lo que va a quedar de la fiesta del domingo en el Anfield del Piles vayan a ser los cuatro grititos lanzados por unos indocumentados contra el jugador del Athletic Williams y denunciados por el árbitro Clos Gómez en el acta del partido. Es una pena porque el partido puede que haya sido el comienzo de una gran amistad; la amistad del Sporting con las victorias en casa con las que se sustenta la permanencia, objetivo de la plantilla que dirige el gran timonel, sean los guajes o sean los llegados de cada esquina del mapa, cada uno de su padre y de su madre.

El Sporting del domingo se dejó a sí mismo esa lección, la de que es clave ganar en casa, a los iguales y a los más o menos grandes que se despisten, caso del Athletic que regresó a San Mamés con un gol marcado, pero sin una sola oportunidad de gol. Ni siquiera en el primer tiempo, cuando tuvo el control del juego ante un Sporting sin duda nervioso y sin duda lleno de incógnitas por la cantidad de novedades individuales que presentaba en el equipo, el Athletic inquietó a Cuéllar, fiel a su estilo de sacar a cualquier sitio, menos al adecuado. Con el portero rojiblanco no va aquello de la evolución del juego del portero.

El nuevo Sporting del gran timonel ha sufrido un profundo cambio con relación al del ejercicio anterior, cuya debilidad casera fue notable sin que con ello se cuestionen los indudables méritos alcanzados por la plantilla de entonces. Si el cambio provoca que la solidez casera crezca, sea bienvenido. Quienes consideran que el equipo actual tiene el colmillo retorcido y por tanto más capacidad para aguantar resultados cortos y victorias necesarias esperan que el tiempo les vaya dando la razón.

La Liga, damas y caballeros, señoras y señores diputados, apenas ha comenzado. Para el Sporting ha empezado de forma espléndida, con todas las esperanzas abiertas alrededor del equipo. Pero queda tanto que nadie lanza las campanas al vuelo y nadie siente que cada partido en el Anfield del Piles vaya a ser una repetición del encuentro del domingo. Por cierto, con el debido respeto y las máximas precauciones, convendría resolver de una vez por todas las historietas de los lanzamientos de penalti. Con un Sergio Ramos ya tiene bastante el fútbol español. Las penas máximas son escasas y casi siempre resultan claves para el equipo rojiblanco. En el fútbol profesional han de estar desterrados los caprichos y los egoísmos. Los lanzadores han de estar designados por el entrenador y cualquier cambio ha de pasar por el visto bueno de éste. La historieta del domingo no se puede repetir.

Mientras, por lo que cuentan los más finos analistas del lugar, los rectores rojiblancos siguen pendientes de cerrar el fichaje de un delantero, que puede ser el vasco Viguera al que Valverde enseñó en el segundo tiempo. Poco tiempo para sacar conclusiones si es o no el futbolista adecuado para cubrir las espaldas de un tal Cop que ha marcado uno de los goles de la jornada. Con uno así cada jornada la felicidad rojiblanca llegará a la estratosfera. Pero ahora llega el viaje a Vitoria.