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Duelo de valientes, choque de estilos

El Lugo te somete con la pelota y el Oviedo te arrolla por insistencia. Son dos formas de ver el fútbol, dos caminos para formar un equipo. Pero ambos conjuntos tienen un elemento a su favor: tienen una identidad marcada. Poderoso argumento en la lucha por crecer en la competición. Lo de ayer en el Tartiere fue una lucha de estilos, uno de esos partidos que son un manjar para el espectador neutro. Porque Oviedo y Lugo fueron valientes a su manera, reforzando su personalidad. Los de Sampedro fueron mejores en la primera mitad. Lo lograron desafiando a los elementos.

En un césped poco apto para las sutilezas, los gallegos intentaron siempre iniciar la jugada desde abajo. Con Pita y Seoane como faros, el Lugo luchó por imponerse a las circunstancias, por dejar a un lado las preocupaciones en torno al césped. Lo logró durante la primera mitad, hasta que cambió el choque. Y lo hizo con una nueva versión del equipo azul. O la de siempre pero con más picante, más decibelios que de costumbre. El Oviedo de la segunda parte fue valiente hasta rozar la imprudencia. Defensa en el centro del campo, presión alta y atención a las galopadas de Pedraza y Joselu, peligrosos con espacios. Oviedo y Lugo lucharon contra el pensamiento único: al gol se puede llegar de muy diversas formas.

Antes de la reacción

Antes de que llegara el Oviedo más enérgico de la temporada, existió otra historia. Una en la que las cosas se hacían al ritmo que imponía el Lugo y su juego de elaboración. Se quejó al final del choque Sampedro del estado del césped pero durante el primer acto no dio la impresión de que el escenario condicionara la propuesta de su equipo. El Lugo siempre lo intentó por abajo. Cada pase reforzó su confianza y le quitó miedos sobre el terreno de juego. Si había que buscar al espacio, ahí estaba Pedraza. El zurdo cedido por el Villarreal se está presentando en Segunda como uno de los extremos más incisivos de la competición. A sus 20 años, su estancia en esta categoría se presume fugaz.

Un paso adelante

Hierro resumió la reacción del Oviedo en la segunda parte con una frase que suena a lema publicitario: "Este equipo tiene fe". Pero parece injusto explicar la buena imagen solo con argumentos emotivos y dejando al margen los futbolísticos. Porque lo que hizo el Oviedo en la segunda mitad también es jugar al fútbol. Jugar muy bien al fútbol. La de los azules no es una propuesta tan atractiva como la del Lugo o equipos que profesen la misma fe futbolística pero es un ejercicio ejemplar de supervivencia. Con la plantilla que tiene, Hierro ofrece la idea que mejor se ajusta. En la segunda mitad, los azules intensificaron sus virtudes, aumentaron su apuesta. Se trataba de combinar lo justo, intentar llegar a las bandas y desde ahí poner centros. Cuantas más llegadas se produzcan al área rival, más posibilidades de que el balón acabe en la red. El riesgo era evidente ante las contras del Lugo. Verdés y Christian Fernández emergieron en la segunda mitad como piezas fundamentales.

La ley del 90 por ciento

Luis César Sampedro, entrenador con inquietudes ofensivas, lanzó en las horas previas al partido una curiosa teoría. "El Oviedo anota el 90% de las ocasiones que genera", aseguró el técnico. Queda por discernir si se trataba de un análisis concienzudo basado en los datos de esta temporada o una simple cifra orientativa. Pero el juicio no parece alejado de la realidad. Tras una primera parte apagada, el Oviedo intentó merodear el área del Lugo en la segunda mitad. Y se instaló en el área de José Juan. Llegó a balón parado, en centros desde la banda y, en general, más por coraje que por fútbol. Así es este Oviedo; le mueve más la fe que la estética. A cada tropiezo, el equipo se levantó con la ayuda de la grada. El premio llegó en el enésimo córner. Marcó Verdés, un defensa recuperado para la causa por Hierro.

El otro premio

La grada del Tartiere es justa. Exigente pero justa. A veces, solo algunas veces, los resultados quedan en un segundo plano. Es verdad que la situación en la tabla acaba afectando el juicio de cualquier aficionado, que todo se ve desde una visión más amable cuando el equipo marcha en una posición cómoda, pero la imagen influye. El equipo tiene que transmitir y este Oviedo, debates futbolísticos al margen, transmite. Pocos seguidores se irán a casa cada domingo con la sensación de que el esfuerzo ha sido insuficiente. Ayer se vio el mejor ejemplo en una segunda parte en la que la grada animó al equipo. O quizás fue el equipo el que animó a la grada. El huevo y la gallina. La conclusión es que el Tartiere despidió a los de Hierro con una sonora ovación, síntoma de que la comunión, con el atajo de los resultados positivos, es una evidencia.

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