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Los que improvisan

Sobre la necesidad de que Berjón y Ñíguez se encuentren en el campo

A Ñíguez y Berjón les diferencian las formas. Aarón reta a su par con filigranas, le gusta tenerla, lucirse. Sus bicicletas tienen una parte de engaño y otra de lucimiento. Con Saúl se impone una visión más práctica: busca el camino más corto entre el punto A y el B, una línea recta que traza con una arrancada imparable. Las formas son distintas pero les une el fondo: los dos entienden el fútbol de idéntica manera.

Al Oviedo le conviene que se encuentren en el camino el mayor número de veces. Ñíguez y Berjón son del tipo de futbolistas que se escapan de las libretas. Cervera puede prever los movimientos orquestados del Oviedo, la idea coral de Anquela, pero no puede luchar contra la improvisación. Ñíguez y Berjón son ese giro en el guion que te deja pasmado ante la pantalla.

Lo mejor del Oviedo en el duelo ante el Cádiz salió de sus encuentros. Berjón se acostó en la izquierda, donde se siente más seguro (El Molinón confirmó que la media punta le ahoga), para trazar diagonales. A veces conduciendo, otras con centros milimétricos. A Ñíguez la pizarra le situaba por detrás de Toché, pero la realidad le descubrió como un atacante nómada, sin un lugar fijo. Media punta curioso, trató de explorar la defensa amarilla con continuas conducciones.

No estaba Aarón en el campo cuando Berjón decidió el choque. Controló y lanzó un pase con lazo para que Toché completara su rutina: balón a la red. El Oviedo muerde, presiona y es agresivo. La improvisación es cosa de Ñíguez y Berjón.

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