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Buenos principios

El paso atrás del Sporting en Vallecas tras una primera buena mitad

Uno no sabe muy bien por qué le gusta el fútbol, ni siquiera desde cuándo pierde su tiempo viendo partidos. Recuerdo la primera vez que entré en El Molinón y puedo recordar también cuando, muy pequeño, iba a ver los sábados por la tarde o los domingos por la mañana, en función de la marea, a muchos conocidos del barrio jugando en la playa. Y entre aquellos que jugaban a mediados de los 80 sobresalía por habilidad y puro nervio Chano Castañón. Cuando, como las lubinas que él devolvía al mar, crecí y tuve el tamaño adecuado, me dejaron jugar con ellos. Años más tarde me tocaría perder muchas veces y ganar alguna contra su Café Gregorio.

Pensaba en Chano y en su carácter tan competitivo mientras veía este pasado domingo el partido del Sporting contra el Rayo. Estoy seguro de que le hubiera gustado el primer tiempo, con un Sporting valiente ante un rival y en un campo que es de los que miden la pasta de la que está hecho un equipo. Y el Sporting, gol tempranero de Santos, salió atrevido a Vallecas. Concentrado y atento en la recuperación, pero sin dejar de mirar la portería rival. El Rayo, como el Huesca la semana pasada, demostró también que, al igual que otros cuantos equipos, quiere y va a estar en la pelea por los puestos altos de la clasificación.

La segunda parte ya fue otra cosa. El equipo dio un paso atrás, primero obligado por el empuje del rival y después por un cambio en el dibujo táctico con la presencia de un tercer central. El canterano Nacho Méndez había dicho durante la semana que el Sporting no podía firmar un empate en ningún campo, pero ese cambio fue toda una declaración de intenciones y, sobre todo, un mensaje claro a los jugadores que estaban en el campo. No hace falta que te digan de palabra cuál es el objetivo para la última media hora del partido, el tercer central es un grito silencioso. Y es verdad que el equipo tuvo alguna ocasión que puedo cambiar el resultado, como también es verdad que un punto en el campo de un rival directo tiene el valor del que sumas tú y el de los dos que dejan de sumar ellos, pero, como aficionado, uno tiene la sensación de que tras un par de eliminatorias de Copa del Rey y diez partidos de Liga disputados el equipo sigue en construcción y, sobre todo, sin terminar de definir un patrón de juego definido. La amplitud de plantilla en determinados puestos permite que el jugador referencia, Scepovic, lleve 180 minutos sin aparecer porque su sustituto en este partido se llama Michael Santos y todos sabemos la cantidad millonaria que pagó el año pasado el Málaga por sus servicios.

A Chano, gijonés y playu, estoy seguro de que también le hubiera gustado ver más canteranos en el equipo. Sergio de titular y Carlos Castro en el segundo tiempo fueron la cuota de guajes de un equipo que parece empeñado en mirar a la cantera más como una necesidad puntual que como una declaración de principios.

En el inicio de la película Match Point, escrita y dirigida por Woody Allen, vemos una pelota de tenis que choca contra la parte superior de la red y no sabemos muy bien de qué lado caerá: solo el azar decidirá si será un tanto ganador o perdedor. El azar es un factor fundamental en el deporte, pero esta temporada llevamos ya demasiados partidos con la pelota en la red. Una volea de Federer o un revés cruzado de los de Nadal no nos vendrían nada mal de vez en cuando.

El sábado, cuando vuelva a casa después de ver el partido en El Molinón, me pasaré por el Gregorio a ver si al final todo esto no es más que un truco de esos que hacía Chano porque, por si no la sabíais, también era mago.

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