Tembloroso en defensa, Anquela optó a los 15 minutos por una zaga con tres centrales y dos carrileros como mecanismo de defensa, para sentirse protegido. El Oviedo buscaba el calor del hogar: Ponerse la manta, encender la chimenea y recuperar las buenas sensaciones. Huir del frío. Suele suceder en los equipos con problemas, la acumulación de jugadores en posiciones centrales (la defensa y la medular) les hace sentirse más seguros.

Pero en el caso azul no fue tanto el dibujo como la forma de ponerlo en práctica. Del minuto 15 al 45, el Oviedo ya cogió forma de 5-4-1 pero el Lugo siguió mandando. Cambió la cosa al descanso, con los azules más atrevidos, decididos a buscar la reacción. Explicó al final Anquela que a los suyos les había podido el miedo en la primera mitad y que tras el descanso no quedaba otra solución que echarse hacia adelante. Atacar por inercia, librarse de las ataduras. El que piensa que lo tiene todo perdido no tiene nada que temer.

La reacción del Oviedo se explica desde esa perspectiva psicológica y de posicionamiento. Porque en muchas ocasiones, la famosa intensidad (concepto de moda) aparece cuando el equipo está bien posicionado. Anquela situó al descanso la defensa en el centro del campo y Diegui y Mossa, entonces sí, ampliaron sus carriles.

A Anquela el 5-4-1 se le presenta de momento como solución puntual a un problema de personalidad. El equipo pareció más seguro arropado en el centro de la zaga, calentito, y los laterales se expresaron con mayor libertad. A la reacción del equipo en una notable segunda parte le queda el refrendo de una victoria fuera de casa. Tarragona y Valladolid, dos citas seguidas a domicilio, servirán para evaluar los efectos del nuevo dibujo en el Oviedo.