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Pablo González

La ITV pendiente

El último recuerdo que tengo de Quini es de los que nunca se irán. Fue hace algo más de un mes en el tanatorio de Cabueñes. Los pájaros habían dejado de disparar a las escopetas y el Fondo Norte estaba más vacío que nunca. No era martes ni Bélgica. Velábamos a Esuperio, al señor de guardia y al lector de Bimenes. Era temprano y tocaba abrir la sala. Y en esas estábamos cuando por allí apareció El Brujo en compañía de un familiar. "Vamos a tomar un café y un pincho de jamón, que aquí los hacen muy buenos, y tú tienes que coger fuerzas", dijo. Y a por el jamón nos fuimos.

Dejando a un lado las típicas conversaciones de velatorio, Quini contó lo de su pelea contra el cáncer. Hacía algo así como diez años que le habían detectado el primero, en la garganta, y poco después un segundo que subía hacia la cabeza. El Brujo hablaba con una naturalidad tremenda de su periplo por oncólogos y hospitales y de cómo su paseo por el borde del precipicio le había hecho valorar todavía más lo que tenía y había tenido. Irradiaba optimismo en estado puro. Y lo mejor de todo es que lo contagiaba. Estaba a unos días o semanas de hacerse la última revisión de los seis meses en Barcelona para luego dar por aniquilada la enfermedad. "La última ITV", bromeaba. Había ganado la batalla contra el bicho. "Tuve suerte", afirmaba jugando con la expresividad que tenían sus ojos. Aquellos ojos que el también malogrado José Manuel, "el gerentín", capitán del Sporting de la primera época dorada, fan número uno de El Brujo y su biógrafo de cabecera, llamaba con un devoto respeto "ojos de besugo". José Manuel, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA desde su inolvidable sección "La prórroga", siempre contaba cómo en el campo Quini utilizaba sus ojos de besugo para indicar a sus compañeros dónde quería que le colgaran el balón, si al primer palo o al segundo, si al pie o a la cabeza. O cómo, ya retirados, José Manuel disfrutaba como un crío junto a El Brujo viendo los entrenamientos del primer equipo en Mareo y preguntándole a Quini como hubiera resuelto esta o aquella jugada.

Y cosas de la vida, tras haber superado fatalidades como el cáncer, el secuestro o la muerte de su hermano Jesús antes de tiempo, a Quini se le rompió el corazón en plena calle cuando aún tenía mucho que hacer y decir, dejando huérfano al Sporting y al fútbol español y con la ITV pendiente. Próxima parada, la eternidad.

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