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Psicoesteta

El enorme tesoro que deja Quini

Las lecciones de El Brujo dentro y fuera del campo

No hará falta buscar un mapa ni descifrar un jeroglífico para encontrarlo. No hará falta un barco y zarpar hacia esa isla perdida. No es un misterio que deja alguien que desgraciadamente se ha ido sin tiempo para despedirse. El enorme tesoro que nos ha dejado Quini no está oculto en ningún rincón del planeta, está a la vista de todos, reluciente, tintineante, único, inigualable... Su legado es inmenso. Es un tesoro. Parte del mismo se puede visionar una y mil veces en vídeos y fotografías. Esos escorzos para lograr remates de cabeza imposibles, esos saltos acrobáticos para alcanzar un balón caído del cielo y mandarlo a las redes, esas con las que guardó un idilio especial y que lo convirtieron durante siete temporadas en el máximo goleador de su categoría (cinco en Primera División).

El colosal tesoro que nos ha dejado El Brujo está también fuera de los campos de fútbol. Ahí radica su grandeza. Su figura trasciende al deporte. Además de ser un delantero letal, fue un paisano de los pies a la cabeza. Los valores que guiaron su vida y que casi sin querer nos fue inculcando a todos los que tuvimos la fortuna de conocerlo son los mismos con los que estoy seguro de que sueña cada mañana, desde ahí arriba, cuando nos observe y piense en que todo ha merecido la pena. La conducta que trató de contagiar a los más jóvenes es el mejor libro de estilo que se puede seguir como educación de manual ante cualquier aspecto de la vida.

Generosidad, humildad, lucha y constancia. Me lo recordó hace unos años en Barcelona, donde coincidimos por motivos bien diferentes. Yo me encontraba allí presentando mi último libro, él en una de esas revisiones médicas por culpa de una enfermedad a la que también se enfrentó y a la que también ganó. El Brujo es mucho Brujo. Ganaba todo y nos ganó a todos. Se presentó sin avisar, con una agenda cargada de compromisos, las fuerzas justas y la sonrisa perenne. Llegó el primero y se fue el último. No quiso ser protagonista, pero era imposible que donde estuviera Quini él no lo fuera. Estuvo allí y tuvimos tiempo para darnos ánimo mutuamente. Recuerdo que volví de Barcelona y que cuando me preguntaron sobre cómo me había ido me salía instintivamente: "¡Estuvo El Brujo!".

Cualquier cosa que se escriba, cualquier cosa que se diga sobre Quini es poco porque él ha sido muy grande; como lo han sido algunos hombres y mujeres de nuestro Principado. Inmensos y gigantescos. Él consiguió unir lo que parecía roto, consiguió hacer fácil lo que para el resto nos parecía imposible, logró hacer felices a miles de personas y lo hizo a su manera, sin alardes ni aspavientos, con sus gestos cariñosos, sus miradas cómplices, sus mensajes oportunos y sus abrazos sinceros. Lo echaremos de menos, pero si pensamos en cómo se comportaría él o qué diría él es probable que nos arranque una sonrisa pensando que tuvimos la suerte de conocerlo y que tenemos la inmensa fortuna de preservar su tesoro.

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