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Dos en la carrera / Kilómetro 34

Rojiblancos y azules, en línea de ascenso

El Sporting sufre en El Molinón para mantenerse como líder mientras el Oviedo recupera la ilusión con su victoria en Lugo

A la altura del kilómetro 34 de la maratón de Segunda División no tiene este año la apariencia de una carrera de ultrafondo sino de una prueba de pista, por lo estirado y a la vez junto que corre el grupo de cabeza, sin pequeños pelotones pero con los competidores muy próximos, pisándose los talones. Todavía no es el momento del sprint final. Sí, de cara a ese momento culminante, el de sufrir para mantener posiciones, caso del Sporting, o ganarlas, dinámica en la que vuelve a entrar el Oviedo. Uno en cabeza y el otro a sólo un paso de meterse en el play-off están en línea de ascenso.

LA SÉPTIMA DEL SPORTING

El Sporting sumó ante el Reus su séptima victoria consecutiva, algo que si siempre resultará difícil, lo es de modo especial en la igualadísima Segunda División. Así se puso de manifiesto el domingo. Ante un Reus que le plantó cara con decisión y calidad, sobre todo en un segundo tiempo en el que por momentos llegó a acorralarle, el actual líder de Segunda sufrió más de lo previsto. Y fue ese sufrimiento el que dio un valor especial a una victoria que a priori se podía considerar cosa rutinaria.

Un partido tramp

Para el Sporting el partido estaba abierto a dos posibilidades, ambas con la misma raíz gramatical: tramp. Podía ser un partido trampolín, que fortaleciera su liderazgo. O un partido trampa, que le hiciera desaprovechar una muy buena coyuntura. Acabó siendo lo primero con el aspecto de lo segundo. El primer tiempo fue engañosamente plácido para los rojiblancos, que marcaron dos goles y tuvieron un par de buenas ocasiones más, pero vieron también cómo Mariño desviaba al larguero un tiro de Carbia y cómo cada córner en contra se convertía en un peligro, por el dominio de las alturas que ejercían Yoda y compañía. Esas insinuaciones pasaron a convertirse en una clara amenaza en la segunda parte, en la que un temprano gol del Reus -por supuesto, en un córner, rematado sucesivamente por los dos centrales: Atienza al larguero y Olmo a la red- enervó al equipo catalán mientras sembraba el desconcierto en el Sporting. El Molinón, que había convocado un lleno de gala para disfrutar, vivió todo el segundo tiempo con el corazón en un puño. Pudo ser peor que eso si Lekic, al marcar el que hubiera sido el gol del empate, no hubiera incurrido en fuera de juego por centímetros, o si Carbia no cabeceara al centro de la portería un balón ideal para sacarle mayor rendimiento. Abiertamente desbordado por el empuje del Reus, el Sporting sufrió mucho y los suyos, con él. Pero al final pudo anotar la novena victoria consecutiva en El Molinón y, con ella, sumar los tres puntos que mantienen al equipo en lo más alto.

Alta precisión, 1

El Sporting sólo remató dos veces entre los tres palos y fue para ejecutar dos jugadas de alta precisión que terminaron en la red de la portería rival. La primera se inició en un pase de Bergantiños a Calavera, tras el que éste buscó a Carmona, que, más que un compañero de banda, es un socio. Se entienden tan bien que utilizan hasta un código de señales propio, o eso parece. Carmona emitió un mensaje muy visible cuando Calavera le alargó el balón en el pico del área. Antes de que le llegase, el mallorquín estiró hacia abajo el brazo derecho e hizo un giro con la mano. Calavera debió entenderlo a la perfección porque cuando Carmona dejó correr el balón para acabar dándole salida hacia atrás con el talón, ya estaba sprintando en su persecución. Lo alcanzó centímetros antes de que rebasara la línea de fondo, en competencia con Álex Menéndez, que llegaba desde el sentido opuesto. Y de su centro raso y corto sacó petróleo Nano Mesa, adelantándose en el primer palo al portero para colarle el balón por encima.

Alta precisión, 2

El segundo gol surgió de un córner que había forzado Calavera. Lo lanzó, como todos, Rubén García. Pero en vez de colgar el balón sobre la portería, lo abrió por bajo, hacia una zona del área donde no había nadie. Allí estaba fijado el punto de encuentro con la trayectoria que debía de seguir Carmona, quien arrancó desde muy atrás, para sorprender. Y a fe que lo hizo, mientras Jony, para obstaculizar a los defensas, efectuaba un bloqueo, más de balonmano que de baloncesto. Carmona, pues, llegó primero. Pero no le hubiera bastado con hacerlo si no hubiera sacado el máximo partido de esa anticipación. Lo hizo, porque, sobre la marcha, tocó con el interior del pie con tanta intención como precisión. Gracias a ello, ese tiro desde unos once metros y muy ajustado al primer palo, el que cubría el portero, se coló en la portería.

A pesar de

No hace falta contrastarlo ante los grandes para comprobar hasta qué punto pueden ser sensibles en el Sporting algunas bajas. Es ya un lugar común que sin Sergio el equipo acaba sintiéndose huérfano. Y Michael Santos deja un hueco difícil de cubrir. No fueron las únicas ausencias rojiblancas importantes el domingo. En cierta medida también se echó en falta al Jony desequilibrante de otros partidos. El cangués estuvo muy lejos de su rendimiento habitual. Incluso pareció mostrar problemas físicos, que reconocería él mismo después del partido. Los jugadores rojiblancos que salieron al campo hicieron lo posible por mantener el nivel, pero no todos llegaron a la solvencia que, por ejemplo, alcanzó Bergantiños, que lleva muchos partidos instalado en ella. La defensa, en general, estuvo acertada, bajo el liderazgo de un recuperado Barba. Carmona aportó detalles brillantes y el trabajador Rubén García mereció más suerte en alguno de sus disparos. Nano Mesa, por su parte, marcó un buen gol y exhibió movilidad y recursos. Pero, como conjunto, el Sporting se desmoronó en el segundo tiempo. Excepciones como una buena jugada de Pablo Pérez en el minuto 84 fueron recibidas como un estruendoso alivio antes del desahogo final.

EL OVIEDO, A UN PUNTO DEL PLAY-OFF

Con su triunfo en Lugo el Oviedo encuentra motivos para recuperar el optimismo que parecía haberse evaporado después de la decepcionante derrota ante el Alcorcón. Si en la jornada 33.ª estaba a dos puntos del play-off, ahora lo está a uno. Y el calendario le depara jugar en casa los dos próximos partidos. El hecho de que el triunfo en Lugo se produjera con muchos aficionados azules en las gradas indica que el oviedismo no ha renunciado a jugar con su equipo. Lo lógico es que lo haga en mayor proporción en el Carlos Tartiere ante Nàstic y Valladolid, dos partidos en los que el equipo tendrá la oportunidad de confirmar sus mejores expectativas.

Un triunfo sufrido

La victoria del Oviedo en el Anxo Carro fue sufrida. El Lugo es un equipo compacto que trata de salir jugando desde su defensa, pero al que le falta punch atacante. Ante el Oviedo creó pocas ocasiones de gol. La más clara, al comienzo del segundo tiempo, en un remate cercano de Fede Vico que contrarrestó Alfonso con un gran desvío. Pero tampoco concedió muchas. Fue el clásico partido equilibrado que se resuelve por detalles. Los que acompañaron al gol del Oviedo, por ejemplo.

Un gol con dos autores

En esa jugada crucial del minuto 81, los aciertos oviedistas se sumaron a un error lucense. El centro de Aarón Ñíguez desde la izquierda encontró a Toché de espaldas a la portería, por lo que en su salto no buscó cabecear, sino parar el balón con el pecho. Y eso dejó sin objetivo la salida de Juan Carlos, el portero del Lugo, que, a cambio de dejar desguarnecida su portería, no encontró la pelota sino la espalda del delantero oviedista, contra la que chocó infructuosamente mientras trataba de despejar de puños. El gran beneficiario fue Diegui Johannesson, que llevaba siete minutos en el campo. De cara a la puerta desguarnecida, se encontró con el balón que había ganado su compañero y no desaprovechó la oportunidad. Si otro canterano, Viti, había visto una semana antes la cruz de una participación breve y desafortunada, a Diegui, que es un llegador, le tocó ver la cara.

Una expulsión lógica

Para entonces el Lugo llevaba 17 minutos jugando en inferioridad numérica, por expulsión de Kravets. Los lucenses protestaron mucho la segunda tarjeta amarilla a su lateral izquierdo, pero estuvo más que justificada, e incluso pudo ser roja directa. Tanto Cotugno como Kravets se tiraron al suelo para hacerse con el balón y el oviedista llegó antes con claridad. Kravets, entonces, no trató de frenar su intento, sino que mantuvo estirada su pierna derecha, que golpeó con fuerza a Cotugno. Es posible que Kravets no quisiera hacer daño al oviedista, pero su comportamiento le puso en riesgo. Como puso en riesgo a su equipo al quedar en inferioridad numérica.

Cambio de sistema

Casi tanto como la tan deseada victoria en el Oviedo fue noticia el cambio de su sistema de juego. Anquela renunció a los cinco defensas para formar una zaga de cuatro y un trío creativo en el centro del campo por delante de los dos pivotes. El principal sacrificado fue Mossa y las novedades, la presencia de Mariga en el centro del campo y que Aarón Ñíguez y Fabbrini dejaran de ser una solución alternativa para convertirse en compatibles, al jugar los dos a la vez. Los cambios dejaron sus dudas. Mariga tuvo lagunas, sobre todo en el segundo tiempo. El Oviedo estuvo firme en defensa pero, como viene siendo habitual, le costó encontrar la portería rival. Aarón Ñíguez quedó lejos de ella. Fabbrini, de nuevo el paradero de los golpes, no acertó en una clara ocasión. Saúl Berjón seguro que echó en falta a Mossa, su socio habitual en la banda izquierda. Y la aportación de Toché fue poco más allá de su participación en la jugada del gol. El Oviedo fue más eficaz que brillante. Pero los defectos se ven menos cuando los cobija la victoria bajo sus alas anchas. Las mismas que vuelven a invitar al Oviedo a intentar volar alto.

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