La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dos en la carrera / Kilómetro 41

El premio, más agonía para los dos equipos asturianos

El Sporting aspira a mantener el tercer puesto mientras para el Oviedo la decepción de León deja paso a la verdadera última oportunidad

Rebasado ya su kilómetro 41, la maratón de Segunda es, por definición, tan interminable que convierte en premio de consolación el poder seguir corriendo. Resuelta por anticipado para los dos vencedores, la lucha por ampliarla dos o cuatro kilómetros, implica todavía a un puñado de equipos, entre ellos los dos asturianos. Para el Sporting el premio sería quedar como está. Al Oviedo, tras su penúltima decepción, todavía le quedan esperanzas de apuntarse a esa última oportunidad. El premio, por ahora, es más agonía, o sea, más lucha

PARA EL SPORTING, LO NECESARIO

Acuciado por la necesidad de asegurar su participación en el play-off, a ser posible en ese tercer puesto que aporta importantes ventajas, y agobiado por la racha de tres derrotas consecutivas, el comportamiento del Sporting fluctuó ante el Granada entre la prudencia y el sometimiento a sus limitaciones actuales, que tuvieron la excepción salvadora de algunos brillantes chispazos individuales. Descartada pronto la posibilidad de que el Lugo en su visita a Vallecas fuera a abrir otra vez la puerta al milagro, la victoria continuó siendo para el Sporting un objetivo irrenunciable. Y la tuvo en el aire hasta el último momento. No otra cosa ocurrió cuando en el minuto 92 los granadinos dispusieron del lanzamiento de una falta al borde del área local. A la afición sportinguista se le subió el corazón a la boca y sólo le bajó cuando el tiro de Álex Martínez, que superó la barrera, acabó en las manos del bien colocado Mariño.

Un equipo autofrenado. El Sporting volvió a mostrar las limitaciones que, sin dejar de ser perceptibles en toda la temporada, y en particular desde que Baraja asumió la dirección técnica, se habían ido haciendo cada vez más manifiestas en los últimos partidos. El equipo defiende con eficacia, pero no sólo por el acierto de sus defensores de oficio, sino también porque sus compañeros les apoyan de cerca y tienden a no alejarse mucho. El Sporting es un equipo de base retrasada. Parece como si se frenara a sí mismo. Ataca con pocos efectivos y, salvo en las jugadas de estrategia, mete en el área contraria a pocos jugadores, por lo general no más de dos. Para sacar partido de esa parquedad hace falta contar con jugadores muy especiales. Por suerte, los tiene.

Santos, prestidigitador. Cuando esos jugadores especiales aparecen, tienen capacidad para que sea de forma decisiva. Fue el caso de Santos el domingo. Pocos hubieran sido capaces de sacar tanto partido como él a aquel balón largo lanzado por Barba que logró alcanzar junto al córner izquierdo, con Chico Flores encima. El uruguayo hizo entonces de prestidigitador, no con las manos sino con los pies. Fue con ellos con los que ejecutó un vertiginoso truco, que dejó al defensa granadino tres metros a su espalda mientras él corría hacia la portería pegado a la línea de cal. En el área Santos sólo tenía a un compañero, Rubén García, vigilado por dos o tres rivales. Pero desde atrás y por la derecha llegaba Lora y fue a él a quien Santos buscó con un pase con el exterior del pie derecho. Y a fe que lo encontró, para que rematara con decisión. Importó poco que fuera al centro de la portería: Rui Silva ya estaba vencido. Los aficionados locales celebraban con júbilo el gol, pero se preguntaban cómo había sido aquel truco ejecutado por Santos junto al banderín de córner. Sólo los que estaban justo al lado y, sobre todo, quienes teníamos la suerte de disponer de un televisor cerca pudimos encontrar, repeticiones mediante, una explicación: Santos había hecho un amago de retroceder hacia su campo e inmediatamente después, en un giro de 90 grados, había golpeado el balón con el talón, orientándolo en dirección a la portería. El resto fue cuestión de tener buena cintura, reprisse de coche de carreras para arrancar como un tiro, buenas piernas para sostener la ventaja y saber mantener la cabeza fría. Tanto junto lo tienen pocos.

De Jony a Machís. Entre Sporting y Granada hay en la actualidad una considerable distancia. Y a la vez, cada uno se aleja de su mejor versión en este campeonato. En el caso del Sporting, a lo mejor lo que parecen sus limitaciones actuales es sólo exceso de prudencia. En todo caso, alcanzó su objetivo. El Granada, no. Visitaba El Molinón con remotas posibilidades de alcanzar el play-off, pero no mostró capacidad ni ambición para transformar ese supuesto teórico en algo práctico. Si, en cierto modo, el Sporting vive últimamente de las rentas acumuladas en sus mejores momentos, el Granada ha malbaratado las que llegó a tener. Dos de los jugadores más significativos de ambos equipos, Jony y Machís, pueden simbolizar esa situación. Jony pasa por una evidente crisis de inspiración. No le salen las superjugadas que enloquecían a la afición sportinguista y, a la vez, resolvían los partidos a su equipo. Pero, al menos, cumple en lo que para su puesto y función resulta básico, que es intentar ganar la línea de fondo y centrar con peligro. Y esa contribución puede llegar a ser importante o decisiva. Por ejemplo, de uno de esos intentos salió el córner que valió el segundo gol del Sporting, en el que el saque muy cerrado de Carmona encontró la prolongación que buscaba en Barba, casi bajo los palos, aunque con la posible mácula del empujón al defensor que tenía delante. Machís, que en la primera vuelta de la Liga era capaz de revolucionar él solo un partido, se ha convertido en un jugador anodino. El domingo en el mejor de los casos se quitó el balón de encima con disparos a puerta tan lejanos con mal dirigidos.

Goles al limbo. La victoria del Sporting pasó por momentos angustiosos, no sólo en los instantes finales del partido sino, sobre todo, cuando, tras el empate logrado por el Granada en un saque de esquina, entró en uno de esos periodos de repliegue y desconcierto que se han repetido varias veces esta temporada. Tras el gol de Barba que le devolvía la ventaja las cosas comenzaron a cambiar. Con Pablo Pérez en el campo y su zancada haciendo estragos en la zaga granadina los gijoneses se estiraron más y llegaron con facilidad a puerta. Entre los minutos 80 y 90 el Sporting creó tres claras ocasiones de gol. Dos las tuvo Carmona. En una, Rui Silva respondió con la parada del partido a un remate acrobático de Carmona. En la otra el mallorquín erró por poco el disparo final tras una estupenda combinación al primer toque con Pablo Pérez y Jony. La tercera ocasión había sido de Pablo Pérez, al colarse a pase de Santos para estrellar el balón en el cuerpo del portero, que había salido a su encuentro. Pablo Pérez sigue sin encontrar el gol que recompense la aportación, casi siempre importante, que hace al equipo cuando sale en los finales del partido.

Lora, aclamado. Si la presencia de Lora fue la sorpresa de la alineación del Sporting, el rendimiento del mostoleño acabó justificando con creces la decisión del entrenador. A su garra habitual Lora añadió una condición física más que estimable. Y, por si fuera poco, estuvo donde debía, y como debía, en la jugada del primer gol. El público interpretó como un plebiscito el momento de su sustitución y votó a su favor dándole una despedida apoteósica.

EL OVIEDO PIERDE SU PENÚLTIMA OPORTUNIDAD

La magnitud de la decepción que produjo la derrota del Oviedo en León fue acorde a las expectativas que había despertado el partido entre los seguidores azules, plasmadas en un seguimiento masivo. Pero quizá esas expectativas fueran excesivas y la desilusión consiguiente haya resultado desmesurada. En León el Oviedo perdió la oportunidad de meterse en el play-off. Pero no era la última, sino la penúltima. Los resultados de la jornada 41.ª le abrieron, pese a todo, un resquicio a la esperanza que no debería menospreciar un equipo que esta temporada ha hecho de caer y levantarse su seña de identidad.

Y, sin embargo, pudo ser. No puede decirse que el Oviedo, espoleado por la presencia de dos mil seguidores en los graderíos del Reino de León, no lo intentara. Otra cosa es que el intento fuera breve y desafortunado. Pero tras el susto mayúsculo que proporcionó la escapada de Señé en el minuto 2, y que resolvió con gran acierto Alfonso, el Oviedo transmitió durante unos minutos la sensación de que iba por el partido. Y cuando esa sensación se debilitó e incluso pareció desaparecer, tuvo ocasiones para poner el marcador a su favor o para enjugar la ventaja culturalista. En el minuto 27, con el marcador a cero, Diegui Johannesson, solo al segundo palo, remató fuera un centro con el que Saúl Berjón había culminado una combinación con Mossa por la izquierda. Tan clara o más fue la ocasión de Rocha en el minuto 49, que, de cara a la portería, respondió con un remate blando y sin intención a un pase estupendo de Aarón Ñíguez. En el 65 el árbitro anuló un gol a Linares con todas las apariencias de legal. Y la mejor parada del partido la hizo el meta culturalista Palatsí para desviar a córner el cañonazo con el que Berjón ejecutó en el minuto 88 una falta cometida a Toché. Más aun, en el 88 la defensa culturalista pasó por un verdadero agobio para quitarse el balón ante el acoso azul. Realizar esta enumeración de oportunidades no equivale a decir que el Oviedo fuera superior en León o que mereciera ganar. Sí, que a pesar de encontrarse frente a un equipo que le superó pudo hacerlo. Seguramente que en ese caso a la Cultural y a sus seguidores no les hubiera extrañado. Están acostumbrados a esas cosas.

Compartir el artículo

stats