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LNE FRANCISO GARCIA

Y este cuento se acabó

El Sporting se queda en Segunda por las deficiencias recientes y también por las estructurales

Habíamos participado todos, esta semana, en una entelequia, en una ensoñación provocada, en parte, por el gol de Jony en Pucela, que abrió un hilillo a la esperanza después de una primera parte desastrosa en Valladolid, indigna de un equipo con aspiración de disputar la Liga de los grandes. Por este Sporting se hace hasta el ridículo de cantar una frase del himno. Aunque ¿merecía la pena? Lo cierto es que este cuento se acabó...

Una temporada más, la única que ha estado a la altura ha sido la afición, que recibió al equipo a las puertas de El Molinón como si se disputara la Champions. Una afición desgañitada que quedó muda en apenas media hora, lo que tardó el equipo castellano en poner las cosas en su sitio. Un diez para la Mareona y una nota baja para el equipo, sin alma ayer, sin recursos, acelerado, tendente al pelotazo, sin pausa, sin sentido, sin un pase bien dado, con una defensa de romería, descolocada, que no encimó a los rivales en los dos goles. Mal día eligió Baraja para hacer experimentos con gaseosa en los laterales.

Duele escribirlo y dolerá leerlo, pero este equipo está muerto desde el partido con el Barça B. Desde esa aciaga jornada, juega con las luces apagadas, como pollo sin cabeza. Perdió, de la noche a la mañana, la fortaleza defensiva sobre la que construyó una sorprendente remontada y desde entonces los rivales se las han ido dando todas en el mismo carrillo. Agotada la temporada, corresponde hacer balance, aunque mejor en frío. En su primer examen, Torrecilla cosecha un suspenso: en Gijón, todo lo que no sea ascender es un rotundo fracaso, amigo.

El partido de ayer mostró con nitidez las recientes deficiencias -y también las estructurales que han sido visibles desde el inicio de la temporada- de un equipo al que le sobró un mes de temporada, que se apagó en el momento más inoportuno, falto de fuelle y de confianza. Agotado de piernas y de cabeza.

El Sporting saltó a la pradera acelerado y el Valladolid, por contra, prefirió el balón. Del cuero hizo monopolio la mayor parte del partido, salvo en los minutos de la basura, que no fueron ni diez ni quince, sino sesenta o setenta. Si alguien pensaba que iba a funcionar la llamada a la heroica, el encantamiento tardó bien poco en disiparse en la grada de El Molinón. Bastaron dos o tres patadones en largo para comprender que el Sporting pretendía llegar al área rival por el camino más corto, mientras que el Valladolid lo hacía por el más largo pero efectivo: el que marca la circulación eficiente del balón.

Mucha distancia entre líneas, mucho desorden, nula presencia en la medular, desatención en la marca... Mata y Hervías ya dieron avisos en el primer cuarto de hora, pero el partido finalizó mucho antes del pitido final, en el minuto 22, cuando el "killer" Mata puso un balón en la escuadra que incluso se acomodó sin que nadie la tosiera. Lo demás es historia que no merece mayor reseña.

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