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Profesor de Geografía e Historia

Mayo y el trabajo

Entre los tópicos y la eficacia para promover un modelo de empleo estable

Nuevo primero de mayo con cambio de tendencia económica en España, y recuperación del crecimiento del PIB, si bien la mejora en los datos del desempleo se debe aún más a los inmigrantes que retornan a sus países de origen que a una creación significativa de nuevos puestos de trabajo, que se espera próxima pero aún no ha cuajado. La función de los sindicatos en el siglo XXI debe ser la defensa del empleo, de los derechos de los trabajadores, de los desempleados y jubilados; en modo alguno la lucha de clases, guerra civil y dictadura del partido del proletariado. Los sindicatos empezaron en el siglo XIX como sociedades de socorros mutuos en una época en la cual la llamada "seguridad social" estaba en manos de la Iglesia, hasta que al finales del siglo XIX y principios del XX el Estado fue asumiendo sus funciones de regulación y servicios públicos: jornada laboral de 8 horas, seguros de enfermedad, subsidios de desempleo, pensiones de jubilación? Lo que se debe favorecer es la actividad económica y la contratación, que redundarán en un mayor crecimiento económico y por tanto prosperidad para todos. Una cosa es estar contra los abusos de los empresarios y otra distinta -y contraproducente para el empleo- estar contra las empresas. La idea de aumentar los impuestos a "los ricos" suena muy bien, pero para ser eficaz debería ser moderadamente proporcional a los beneficios, pues por encima de un determinado nivel de impuestos, si tienen carácter confiscatorio y desincentivan la actividad y la eficiencia, pueden resultar contraproducentes para el objetivo planteado: si se frena la actividad económica, se ingresa menos en vez de recaudarse más, menos políticas sociales.

De poco sirve que salgan cada primero de mayo con la pancarta de no al paro, quienes cuando gobiernan disparan el número de desempleados. La idea de que las izquierdas son los buenos y quienes defienden a los obreros, y los de derechas los malos que defienden a los ricos, no es una realidad sino una caricatura más o menos deformada según las circunstancias. Tales etiquetas suelen encasillar la tendencia conservadora, reformista o revolucionaria. Proceden de la revolución francesa de 1789 contra el Antiguo Régimen y la monarquía absoluta, con un rey autoritario que concentraba los 3 poderes, para definir, según se sentaban en la asamblea nacional, a los de derechas como conservadores y como de izquierdas a los revolucionarios. Esa es una tentación muy antigua, monopolizar el control del poder, que va en contra de la esencia de la democracia y la ciudadanía. Ya desde Montequieu y los ilustrados del siglo XVIII, abuelos de los liberales del siglo XIX, criticaron que la clave para evitar el abuso del poder es la división y el control de los poderes. La cuestión actual no consiste en cambiar el bipartidismo por el "cuatripartidismo", sino en cambiar la partidocracia de caciques y aduladores por la democracia real y la participación efectiva, promoviendo la igualdad de oportunidades y el mérito. En realidad ser conservador o reformista no es bueno ni malo en sí mismo. Hay que conservar lo que funciona bien y reformar para mejorar lo que funciona mal, depende por tanto de las situaciones y características consideradas.

Otra carencia, cuando los empleos que se crean son precarios, en cuanto a duración o sueldo. Respecto a la estabilidad política y del empleo hay dos factores. La estabilidad es buena si el gobierno da resultados positivos, estabilizar lo ineficiente es negativo. El paro incide especialmente en los jóvenes y las mujeres, jóvenes a quienes no se contrata por carecer de experiencia laboral, y que precisamente carecen de experiencia laboral porque no se les contrata. Aquí son dos ámbitos donde una mayor flexibilidad del mercado de trabajo podría resultar positiva, en relación con la reforma de la Formación Profesional y la inserción laboral. En cuanto a las mujeres -y por partida doble, mujeres jóvenes-, resulta con frecuencia difícil compatibilizar los primeros años de su maternidad con jornadas laborales completas, por ello el favorecer los empleos a tiempo parcial voluntarios y con retribuciones dignas no sería un signo de ser machista ni discriminador, sino simplemente inteligente y realista. Debe haber además coherencia entre el fondo y la forma, tanto en lo político como en lo económico. Ser demócrata y honrado no hay que pregonarlo, sino practicarlo, como bien sabemos por los líderes populistas de Latinoamérica y sur de Europa, que suelen salir ranas. Los hay más falsos que un billete de dos euros. Hay que valorar sus trayectorias y credibilidad. Por sus obras les conoceréis. El mejor maestro es el que enseña con su ejemplo.

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