La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Bomberos gijoneses: tradición y modernidad

Un cuerpo de profesionales rigurosos, altamente cualificados y comprometidos con su labor de auxilio que hoy festeja a su patrón

Faltan apenas unos minutos para que el reloj marque las 9 de la mañana. Hace frío; los portones del garaje están abiertos por si fuera preciso atender una emergencia y el calor en la estancia se escapa en silencio como en silencio se consumió la noche. Caras de sueño y ganas de irse para casa en los que abandonan el puesto de trabajo y de tranquilidad en los que acaban de llegar. Parece que no hay prisa por terminar de enfundarse el atuendo de trabajo. Es un momento de camaradería, de ponerse al día de los aconteceres del día que ya se fue. Nada especial que reseñar. Se acercan las nueve de la mañana y se rompen los corrillos. Cesan la charla y las bromas. Alguien hace sonar la campana que está situada en uno de los extremos del garaje, junto al puesto de control. En dos filas enfrentadas se disponen los efectivos del turno que entra de guardia y los que acaban de terminar su jornada laboral de veinticuatro horas. De viva voz, el sargento del turno que ha terminado la guardia da cuenta de las novedades, y el sargento al cargo del grupo entrante anuncia que el relevo queda hecho. Comienza un nuevo día en el parque de bomberos. El sargento de guardia ha distribuido el personal que se hará cargo del vehículo de primera salida, del vehículo la escalera, de la segunda salida... Nada se deja al azar. Como cada mañana, lo primero revisión, limpieza y mantenimiento del material y de los vehículos. Después ejercicio físico y formación.

Al menos desde la década de 1940, cuando los bomberos gijoneses pasaron a ser profesionales, entiéndase por ello funcionarios municipales que reciben una retribución establecida por su trabajo (hasta 1945, año de la aprobación del Reglamento Orgánico del Cuerpo de Bomberos sancionado por el Pleno Municipal, la remuneración mensual de los bomberos era variable y dependía, en gran medida, del número de siniestros en los que participasen, intervenciones para las que debían ser requeridos por el jefe de bomberos. Lo exiguo del jornal hizo que durante décadas muchos bomberos se vieran obligados a compaginar su labor en el cuerpo con otros trabajos para el municipio), el rito se mantiene invariable, hasta la campana que marca el cambio de guardia, que ya se utilizaba en los primeros vehículos motorizados con que contaron los valerosos bomberos gijoneses, es la misma. En efecto, muchas tradiciones se mantienen vivas, pero por fortuna para los vecinos de Gijón, son muchas las cosas que han cambiado en el parque de bomberos, empezando por el propio parque, desde 1987 emplazado en Roces. Los bomberos locales ya no son héroes que se enfrentan a los riesgos de su profesión con tanta valentía y coraje como escasez de medios. Hoy, los miembros del Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento son profesionales rigurosos, altamente cualificados y comprometidos en su labor de auxiliar y velar por la seguridad de sus convecinos. Los esfuerzos mantenidos por modernizar el cuerpo y adaptarlo a las necesidades cambiantes de la ciudad, la formación y el reciclaje continuo, la revisión periódica de los protocolos de actuación, la modernización y renovación del parque móvil y del material de trabajo (especialmente importante ha sido la paulatina mejora de los equipos de protección personal), lo han hecho posible. Los gijoneses debemos estar orgullosos del Cuerpo de Bomberos de la ciudad y tener presente que atender las demandas de estos profesionales que cada día arriesgan sus vidas por los demás no es sólo una cuestión de seguridad pública sino de justicia social. Enhorabuena a los bomberos gijoneses por su trabajo en el día de la festividad de su patrón, San Juan de Dios.

Compartir el artículo

stats