En los otrora jardines del Náutico, desde hace años se dejó un yermo espacio a mayor gloria de carpas de entidades bancarias, pulperías y cervecerías ambulantes, pintxos de Vascongadas, aviones de guerra, coches antiguos, gorrillas con sus tablas, paradas militares "y la p. su madre", que diría el genial y recordado Dioni Viña.
Va ya para dos semanas que tenemos casi terminadas dos carpas, dos, como almacenes Pelayo. Parece que la cosa va sobre los fondos marinos y que se estima que la muestra estará cerca de dos meses. Hombre, puedo parecer demagogo, pero ¿saben?, me importa un higo el mimo, el celo, (pintando de impoluto blanco y emplasteciendo las entradas), la legión de cualificados obreros, la parafernalia de grúas, carretillas, elevadores, la calefacción, moqueta y la de dios es cristo, que chocan frontalmente con esa miseria de tiendas de campaña de tres al cuarto en las que tenemos hacinados a cientos de refugiados a los que nadie queremos (es más, deseamos devolvelos a su lugar de origen). Ahora que llega la pía Semana Santa sería bueno azotar de verdad nuestras conciencias de una vez. ¡Somos una banda de salvajes!