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Canciller de la Ilustre Cofradía del Santo Sepulcro

Santo Entierro, la soledad de María

Una procesión de dolor, pasión y fervor y además marinera, que sitúa su entorno en el barrio de pescadores

La Semana Santa de Gijón viene transcurriendo estos días con el seguimiento fiel y veraz de la Pasión de Jesús. Hoy llegamos al momento cumbre de la misma o, si prefieren, como ahora se suele decir, el punto de inflexión antes de la gloriosa Resurrección de Jesús Cristo (Jesús el Ungido): Jesús Yacente (no muerto) en procesión al Santo Sepulcro.

En la presentación de la Semana Santa, la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades penitenciales invitaba a todos los habitantes de nuestra ciudad y a los vecinos de fuera, creyentes o no, agnósticos, profesos de otros credos, a participar y/o visualizar una Semana Santa que calificamos de solemne , es decir: seriedad, piedad, respeto, importancia. Todo ello arropado por una estética en su sencilla imaginería, la dignidad e intimidad de todos y todas los hermanos y hermanas cofrades? En definitiva, ni aparatosidad ni suntuosidad. De religiosa, esto es: espiritual, fervorosa, evangélica (la Buena Nueva), y de ninguna manera beata, campanillera, de iluminados o fanáticos. Son comportamientos y actitudes de compromiso. Los/as cofrades siguen esas pautas con el entendimiento de la fe, de la educación, no en la instrucción, en valores morales y éticos.

De marinera, verbigracia: la tradición gijonesa sitúa y homenajea estos acontecimientos de dolor, pasión y fervor en el barrio alto de pescadores, gente humilde, trabajadora, generosa, de fuerte y a la vez animoso carácter. Esto es Cimadevilla. Hasta nuestro prócer, tan traído y manoseado, Jovellanos "gustaba de ver desde su balconada de la ilustre Casona las procesiones de Semana Santa de Gijón". Y no podemos olvidarnos que la vida de Jesús, en gran medida, ha transcurrido en el mar de Galilea, conocido como el lago Tiberiades, o también de Genasaré, en el que eran muy temidas sus terribles tormentas. Como aquí nuestras galernas.

Su principal afluente es el río Jordán, donde Jesús fue bautizado y caminó sobre sus aguas. Y a los pescadores, entre ellos nuestro patrón de Gijón, San Pedro, (en realidad Simón el Trueno) los hizo pescadores de hombres. Los apóstoles.

Así que los tres adjetivos convierten nuestra Semana Santa en auténtica, singular. Ni mejor, ni peor, sencillamente, la nuestra. Pues bien, en este marco tan personalizado, a las ocho en punto de la tarde de hoy, a primer toque de oración de trompetas y tambores, la Urna portando la estremecedora imagen de Jesús Yacente, saldrá del pórtico de la Iglesia de San Pedro, pujando los cofrades de la Ilustre Cofradía del Santo Sepulcro de Gijón; un pequeño ¡alto! y suenan los acordes de su himno homónimo (composición y orquestación de Vicente Cueva), con nuestra banda de música municipal.

Seguidamente, a segundo toque de oración, comenzará el desfile procesional haciendo su aparición La Piedad al Pie de la Cruz, uno de los momentos finales de la Pasión de Jesús. María, su Madre, con su Hijo en las rodillas, asesinado. ¡Cuántas páginas de sangre podrían definir esta imagen! Baste decir que es la más indispensable en la iconografía penitencial de la Semana Santa. Y, si no, preguntemos a Miguel Ángel Buonarroti (Vaticano) o Gregorio Fernández (Santa María de la Bañeza). El cortejo de cofrades de la Ilustre Hermandad de la Santa Vera Cruz de Gijón acompaña y portea tan maravilloso y doliente paso.

Tercer toque de oración. Y como si de un José de Arimatea se tratara, con su séquito, se pone en marcha al Yacente arropado por los cofrades de la Ilustre Cofradía del Santo Sepulcro de Gijón. Sólo caben más comentarios que el silencio. Sobra todo. Salvo el nordeste que acongoja con su lacerante frío de un cuerpo exangüe. Camino, camino va, hacia la verdad y la vida.

Cuarto toque de oración. Irrumpe en la escena, como continuidad terrenal a la muerte, y en aforismo popular "lo peor es para los que quedan", el paso de la Soledad de María. Pero su grandiosa y bella imagen nos transmite más bien una iluminación espiritual. Es posible que esa soledad nos permita descubrirnos. Nos ayuda en ese camino. En una palabra: Esperanza.

Los cofrades del Santo Sepulcro porteamos orgullosos este paso, precedido por las manolas elegantes y sobrias y seguidas por las trompetas y tambores de la banda de Jesús Cautivo, cuyos sones enaltecen aún más si cabe tan frágil figura por su solitaria pena, pero poderosa al mismo tiempo que hace frente a una situación de tan dramática actualidad.

Lucirá un sencillo y nuevo vestido por ser el paradigma de genio y figura. Sin alharacas, una Madre tan grandiosa se lo merece por el profundo amor maternal que nos profesa.

Esta es la Procesión. Pero, simultáneamente, María, como buscando un lugar recóndito donde aliviar su intenso dolor, saldrá la excelsa imagen de la Dolorosa acompañada en este trance por los cofrades de la Ilustre Hermandad de la Santa Misericordia, desde la capilla de la Soledad de Cimadevilla para unirse posteriormente en la gran llegada y final de la Pasión en el Campo Valdés. Todo imagen. Todo Gijón fiel a sus tradiciones y hermosas costumbres. Con respeto, espíritu y fervor.

Finalmente, no quiero dejar de lado en nombre de la Ilustre Cofradía del Santo Sepulcro, la labor y tarea anónima de tres hermanas cofrades que, gracias a la donación de una señora de Cimadevilla de un vestido, se han esmerado incondicionalmente en rediseñarlo y acoplarlo primorosamente a la imagen de la Virgen de la Soledad.

En los albores ya. Festejemos la Resurrección. Gracias. "Nada para nosotros, Señor, nada para nosotros, sino para la gloria de tu nombre".

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