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El cogollu

Marichu

De bien nacidos es ser agradecidos. Cuando el pasado verano en Gijón se anunció el patrocinio de los equipos del Lealtad por la empresa Tresa, pregunté a la familia la razón de incorporar la marca de ascensores al equipo de Las Callejas. La respuesta fue sencilla: motivos sentimentales. Teresa Echevarría es de Villaviciosa. Allí vivió su infancia y, pese a la cercanía de Gijón, ahora disfruta cada vez que se escapa a su casa de la Villa. Y en especial a los partidos de fútbol. El Lealtad acaba de terminar una brillante temporada en su etapa de más exitos y Villaviciosa tendrá fútbol en Segunda División B por cuarta vez en su historia. De nuevo lucirán el nombre de Tresa. Ya se ha suscrito de nuevo el patrocinio. Y ahí está Marichu, como todos conocen a Teresa Echevarría en Villaviciosa.

Hay familias en las que los genes deportivos predominan, en las que el fútbol llega hondo y conmueve. Y en este caso el ADN futbolístico se encuentra en lo más profundo de la familia Echevarría, desde antes de que Abelardo (Villaviciosa, 1945) se convirtiera en una figura del Sporting y fuera reconocido por la afición y por la junta directiva del Lealtad en sus tiempos de gloria.

No recuerdo el juego de Echevarría, pero he tenido la suerte de compartir jornadas deportivas con Marichu y su esposo, Gonzalo Suárez, cuando ambos acompañaban a sus nietos Pablo y Santi. Conozco la pasión con la que viven el fútbol y con la que siguen a los equipos de sus amores.

Marichu y Gonzalo, él más "playu" que la estatua de Pelayo, se desenvuelven con una deportividad apropiada para vivir. Viven con genuino espíritu deportivo y se encuentran en la edad madura con suficiente experiencia y sin deudas con la vida. Por eso estas líneas se dedican hoy a aplaudir el compromiso con su tierra y las buenas maneras de esta querida abuela de sonrisa amable y comprensiva. Gracias, Marichu, por tu amor a Villaviciosa.

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